Pasan los años; no pasan los libros

Los Tigres de Arena
15 de marzo del 2016
“Pasan los años; no pasan los libros.”
“Fomentar la lectura se trata de fomentar y generar la duda y el análisis.”
A principios de este mes, Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua y de Siglo XXI editores, fue entrevistado por El Universal en el marco del 50 aniversario de la editorial. En esta entrevista, el doctor honoris causa por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo habla sobre la actualidad de Siglo XXI así como de los retos que enfrenta la industria del libro; también, externa su opinión sobre la calidad de los contenidos que se hacen llegar al público general, mostrándose en contra de la masificación de algunas obras universales, inclinándose por terminar con la idea de “intentar hacer llegar la Cultura al pueblo como sea”.
Jaime Labastida, desde hace más de veinte años, es uno de los intelectuales más influyentes de nuestro país, alguien, que desde la función pública y desde la academia, siempre ha sido crítico de los modelos educativos y de las políticas culturales; en esta entrevista, resalta la agudeza con que manifiesta su molestia y su preocupación por las complicaciones que pasa la industria editorial y cómo aún en estos tiempos es mejor publicar un libro que genere problemas y venda poco que otro que venda pero no estimule la inteligencia ni la reflexión.
De esta entrevista desprendo o retomo el recurrente debate relativo al promedio de libros leídos anualmente en el país así como la clase de lecturas que se dan al mexicano durante sus años de formación.
Primeramente, Jaime Labastida refuta la encuesta oficial publicada por la Secretaría de Cultura, la cual señala que se leen en México un promedio de 5.6 libros al año; desde su experiencia como director general de Siglo XXI y a través de un ejercicio aritmético —basado en la producción editorial anual— objeta que en realidad se leen 0.6 libros al año. Se escoja una u otra cifra, desde que tengo uso consciente de mi memoria, uno de los problemas institucionalizados por los gobiernos ha sido precisamente el fomento a la lectura. Si bien hoy existen excelentes programas operados por la Secretaría de Cultura que fomentan la lectura, sigue siendo muy bajo el índice de lectores que hay en el país. Lo que a mi parecer aún no ha cambiado es la concepción popular que se tiene del hábito de la lectura; cada temporada se supera cómicamente el nivel de ingenuidad de las campañas que tergiversan el sentido y la importancia que tiene el acontecimiento capital de la actividad de leer en la vida de cualquier ser humano. La concepción popular comenzará a cambiar, al menos, cuando se deje de tratar a la población como menores de edad sin sentido ni criterio. Siempre he sentido animadversión hacia las propagandas o estrategias de difusión —sin importar de qué sector provengan— que descienden a usar un supuesto lenguaje inclusivo para llegar a los todos los estratos de nuestra sociedad. Se mejorarían los resultados en la creación de un hábito lector y un sentido crítico si desde los niveles educativos básicos se trataran a los niños y jóvenes como seres pensantes y no como incapaces.
Por otro lado, coincido totalmente con el doctor Labastida — ¬parafraseándolo— en que debe evitarse publicar con un sentido empresarial o lucrativo; la masificación y la diversificación del conocimiento por medio de la imprenta desde sus inicios significó un acto de rebeldía; el libro que genera dudas y provoca el análisis profundo es el libro que habrá de leerse con pasión y no por obligación. Es irrisorio que muchos contemporáneos hayan “pasado de noche” las lecturas “obligatorias” de los años juveniles y hoy no guarden referencia alguna sobre las vivencias de Alonso Quijano, Jean Valjean, Hans Castorp, Dante y Virgilio o el Doctor Fausto; al contrario, en aquellos años les generó el desdén hacia la Literatura por la falta de sensibilidad en el diseño de los contenidos de los programas pedagógicos relativos a afinar la lectura y la escritura.
Quedan aún muchas tareas y acciones pendientes para elevar el nivel cultural e intelectual de los habitantes de nuestro país y, no es mediante la imposición de cánones o directrices que se generará la duda y la curiosidad que los lleve a tomar e invertir su tiempo frente a un libro. Ese acto íntimo de “sorprenderse ante el espectáculo del mundo” —del mundo de las Letras— llega por sí mismo; disolvamos los prejuicios y exijamos que esos libros que no nos llegan y no pasan aspiren un día a convertirse en un digno testimonio de las proezas de nuestra era.

@eisenbismarck

Para leer la entrevista completa a Jaime Labastida, entrar: http://www.eluniversal.com.mx/articulo/cultura/letras/2016/03/2/libro-importante-el-que-genera-problemas-director-de-siglo-xxi