Generación de la Ilusión

Los Tigres de Arena
“Generación de la Ilusión”
16 de mayo del 2016

“No sé, seguramente debo esperar a los jóvenes de 40 años a que por fin logren transformar México, Latinoamérica o el África Central; la revolución de la desilusión es la que triunfó y hoy México sufre por una generación indolente y huérfana de identidad e ideología.”

Durante las últimas semanas, Enrique Krauze ha dedicado sus entradas en Letras Libres a analizar las generaciones que han “hecho” la Historia de México. Él, siguiendo un método propuesto por Julián Marías, divide a las generaciones por 15 años, señalando 4 “momentos”: la creación, la conservación, la crítica y la ruptura; cubriendo así casi un siglo. Periódicamente estará publicando su análisis sobre cada una de las generaciones que ha albergado México hasta llegar a la Generación Y (1980-1995) —a la cual pertenezco— y misma que recibe día a día más miradas por el protagonismo que está llamada a obtener.

Previo al análisis o visión del maestro Krauze, creo que el primero que debería “desde fuera” ensayar una descripción de este “prisma” social soy yo, en primer lugar porque pertenezco a este colectivo, y segundo, porque actualmente se tiene una expectativa grande por la hipotética inserción mis coetáneos en las esferas de poder ya sea en el sector público y en el privado indistintamente.

Siempre he recalcado que mis cogeneracionales son muy afortunados porque recibieron la oportunidad de disfrutar del patrimonio de sus padres, de vivir una época sin grandes conflictos sociales o bélicos, y sobre todo, de un escenario proclive para desarrollarse intelectualmente como nunca se vio, ya que ha sido una generación que no debió luchar ni alternar con un trabajo para sacar adelante sus estudios o sus vocaciones. En teoría, el tiempo personal que esta generación ha invertido debería haber arrojado una clase compuesta por individuos excelsos que hoy sin tomar en cuenta si tienen 20, 25 o 30 años, ya debería haber “arrebatado” el liderazgo y el control de las actividades que se desarrollan en nuestro sistema político. Sin embargo, esto no ha sido así, y esta generación “Y” de manera aletargada ha desdeñado los móviles que antes tenían nuestros ascendientes y hoy no encuentra una guía o motivación lo suficientemente fuerte para encontrar lo que le distinga del resto y encontrar aquello que está llamada a realizar para trascender existencialmente.

Decepcionado, veo una generación somnolienta e indolente que no ha experimentado el hambre ni la ambición por llegar a consolidarse como lo que muchos soñaron y creyeron que podrían alcanzar; revoluciones cibernéticas, protestas virtuales y quejas inermes al unísono caracterizan y unen extrañamente a los miembros de esta multitud. También se caracteriza esta generación por ser huérfana de ideología; a la fecha, no han surgido pensadores que postulen o afirmen un cuerpo de ideas en torno al cual se logre reunir y hacer funcionar en la vida pública a los jóvenes a quienes la vida adulta ya ha sorprendido y han fracasado en aceptarla. Nunca había estado tan alejada esta “juventud” de la filosofía y las artes como ahora y esta carencia afecta silenciosamente las vidas de quienes no han consolidado una Cultura ni una forma de vivir auténtica. A la larga podría hablar de una generación que no forjó su identidad por haberse aislado o haber preferido marginarse de la vida pública en un ensimismamiento patológico por causa de su penosa nadería ideológica.

En resumen, el gran riesgo que hallo cuando analizo la situación actual de quienes han vivido, oído e interpretado lo mismo que yo, es, el toparme con la desilusión que no hemos hecho algo significativo en casi 30 años de existir y dudo que esto pueda cambiar.

Aún y cuando juzgue y vea un nebuloso porvenir, personalmente, insisto, creo que vivimos en la mejor de las épocas que pudimos “escoger”; no desperdiciemos la oportunidad que tenemos y ganemos nuestro lugar en la Historia. Aún hay tiempo para dejar un testimonio loable de nuestros sueños y nuestros anhelos.

@eisenbismarck