Los Tigres de Arena
“La Inutilidad de la Publicidad”
07 de Junio del 2016.
“Las personas han perdido la noción del comportamiento que deben externar, viviendo la cotidianidad a manera de seudo celebridades con la obsesión de tener que expresar su visión auténtica de las cosas.”
San Francisco de Asís entre el cuerpo de ideas que dejó para la posteridad, expresó que él quería vivir como si lo estuvieran viendo todos los hombres, que si le tenían por santo y no vivía como tal, era un hipócrita. Al parecer, en nuestra época algo similar sucede con el comportamiento de las nuevas generaciones, dado el alcance que ha tenido el uso de las redes sociales, rompiendo las barreras de la intimidad y del individuo y deformando las conductas del ciudadano promedio hasta transformarle en un remedo de conductor de televisión de los años ochenta. Los gestos, los ademanes, la impostación de la voz, los comentarios vacuos y la indignación patológica se ha impregnado en el actuar de las personas quienes se miran a sí mismas desde el punto de vista de un tercero, buscando perpetuarse en un instante mediante ocurrencias o desplantes.
Se tenga o no el estatus de figura pública —y aunque uno se lo pueda dar con un par de clics en Facebook—, actualmente las personas se comportan como lo que en filosofía contemporánea se habría clasificado como “inauténtico” o “actuar en mala fe”, pues las acciones, creencias y expresiones que desarrollan tienen su origen en lo que escuchan —y no razonan— o lo que está generalmente aceptado y definido por la mayoría. Lo delicado de esto es la inversión que se está dando, ya que ahora debe ser la intimidad la que se adapte o sea congruente con lo que se muestra al mundo artificialmente, algo así como volvernos nuestros propios títeres o caricaturas pues deseamos encarnar algún idilio efímero y convertirnos durante minutos en referente del resto a costa de nuestra identidad.
El gran problema del alcance público que cualquier ser humano puede tener, es, la equiparación de nimiedades al de tesis de grado, colocando en un mismo escalón a un charlatán y a un premio Nobel —parafraseando a Eco—. Habrá de darse pronto cuenta la población que el talento y el genio se cultivan en la privacidad y hacer presencia pública sólo sirve para medir cómo se han hecho las cosas hasta ahora y reafirmar la dirección que se sigue. Esto no debe tomar más de un par de horas a la semana, manteniendo el enfoque y la concentración en lo que cada uno ha elegido como vocación distintiva.
Por último, también veo una errónea concepción sobre la relación que hay entre la verdad y la publicidad de los actos, se ha llegado al ridículo de hacer de las redes sociales un tribunal donde si no se tiene parte de los actos éstos simplemente no sucedieron. Al menos hasta donde yo tengo entendido es en el campo del Derecho donde la “verdad” se constituye a partir del carácter público de los actos y de los hechos.
Sólo me queda decir que ojalá pronto las personas abandonen esta dinámica de sentirse celebridades o actuar como si siempre estuviesen observadas, de verdad cansa mucho tener que convivir con esta gente, espero no condenen ni sepulten las reuniones de amigos ni las familiares por su enfermiza necesidad de atención.