Tribunal del Escarnio

Los Tigres de Arena
28 de junio del 2016
“Tribunal del Escarnio”

“La imbecilidad organizada (Marías) que hoy ya ha conseguido categorizarse impera en el microcosmos de las redes sociales. En éstas además prolifera un inconformismo tan cursi como patológico que coloca al usuario promedio diariamente en el confesionario y donde cada una de sus acciones lucha por la simpatía de quienes viven atrapados en la mundanidad.”

Originalmente, las redes sociales se habían concebido bajo la innovadora teoría de hacer prácticamente instantánea la comunicación entre las personas que habitan este planeta, destruyendo los límites físicos y creando vínculos duraderos entre los habitantes de los cinco continentes. De hecho, así fue durante los primeros años, se dieron millones de reencuentros entre amigos y familiares quienes por la distancia no eran capaces de procurar sus lazos de amistad e inicialmente la “publicidad de la intimidad” que dio Facebook y Twitter revivió relaciones que se encontraban ya sepultadas. Sin embargo, en menos de una década la conversión social que provocó la revolución de las redes sociales deformó el ejercicio social y los hábitos de la vida cotidiana, generando en el usuario promedio de éstas la sensación de estar siendo observado las 24 horas por un tribunal sin cabezas aparentes cuyos juicios y sentencias han terminado por trastocar su identidad. En un lenguaje llano, en menos de una década la generación que incorporó a su vida el hábito de uso de las redes sociales, terminó inclinando sus decisiones, convicciones e ideales en torno a la visión de la aldea engañosamente apolítica y siempre caritativa. El usuario común y corriente se ha sumado a grupos y colectivos que dicen pertenecer a una nueva clase social anti-sistema la cual se ocupa de los problemas más nimios, atentando mediante el desdén, la ocurrencia y la inmediatez a la ruptura de los modelos sociales y democráticos según sea el caso. El microverso de las redes sociales y la masa que se desarrolla en éste se ha constituido en una clase de tribunal que inquiere, denuncia y persigue a los blasfemos que pervierten a la colectividad por su demostración de autonomía, autenticidad y sentido común cuando éstos alzan la voz con miras a detener cualquier promoción de odio colectivo o intolerancia. Normalmente a esta clase de contados individuos, el tribunal cuando los detecta y se siente amenazado por la corrupción ideológica derivada de la sensatez que llegan a imponer, procede a la inmediata desaparición de los mismos—extrañamente contraponiéndose su comportamiento a sus ideales—, iniciando campañas de desprestigio, ataques, ofensas y buscando siempre aislar al congruente para no encontrar medios que le permitan defenderse del escarnio y la humillación. Suena más dramático de lo que realmente es, ya que en la practica el sentido común y una buena argumentación se imponen sin el más mínimo apasionamiento ni afán de herir, empero, queda siempre en los conatos de debates y polémicas la sensación de haber sido derrotado por haber descendido al nivel del intolerante y fanático. Espero que algún día los decanos y expertos que generosamente vierten y comparten desinteresadamente sus análisis profundos y opiniones aforísticas se animen a participar en alguna dinámica política puesto que sus proyectos de ciudades, estados y naciones por dignidad no deberían quedarse al margen de la aprobación sectaria y familiar. Valorémoslos, ya que no será durante mucho tiempo que estos sujetos nos sigan guiando para saber qué es lo que no queremos y sigamos acertando en nuestras decisiones personales a partir del gran ejemplo que nos brindan con sus gritos y exhortos; agradezcámosles y aplaudamos su compromiso.