Siempre Shakespeare

Los Tigres de Arena

08 de agosto del 2016

“Siempre Shakespeare”

“¿Pues quién podrá soportar los azotes y las burlas del mundo, la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio, la angustia del amor despreciado, la espera del juicio, la arrogancia del poderoso, y la humillación que la virtud recibe de quien es indigno, cuando uno mismo tiene a su alcance el descanso en el filo desnudo del puñal?”, fragmento del monólogo de Hamlet, acto III, escena I.

Afortunadamente esta semana en la Ciudad de México y en el ciberespacio michoacano no acontecieron cosas que me distrajeran o me obligaran a transmitir por esta vía mis opiniones e inconformidades respecto de las muestras que recibo día a día sobre cómo no ha de funcionar un colectivo o cómo han de actuar los simpatizantes de cualquier movimiento social efímero. Gracias a esta tranquilidad mental de la que gocé pude llegar al fin de semana con la concentración suficiente para disfrutar del montaje de “Hamlet” que se presentó en el teatro del Palacio de Bellas Artes, a cargo del Teatro di Roma, dirigida por Andrea Baracco y misma que fue aplaudida y ovacionada por quienes asistieron a este recinto.
Si bien hace unos meses me “quejé” por la ausencia aparente de actividades relacionadas a los festejos mundiales que se están organizando en honor a William Shakespeare, a esta altura del año debo retractarme de mi queja puesto que al menos en la Ciudad de México la Coordinación Nacional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes ha logrado programar destacados montajes del corpus shakespeariano.
Días después de haber visto “Hamlet”, apenas comienzo a asimilar la magnitud no sólo de esta obra sino de la conciencia del hombre Shakespeare que en la postrimería del siglo XVI hubiera logrado plasmar tan lúcidamente los móviles del ser humano. Aunque uno pueda leer sus piezas teatrales, sus textos cobran otro sentido hasta el momento de ver realizado el montaje de éstas; bien lo dijo un amigo: “¿Quién lee teatro?”, y esto me quedó claro de principio a fin gracias a la brillante adaptación de este grupo de talentosos actores italianos que superaron la barrera lingüística y triunfaron al transmitir la esencia de esta tragedia al público capitalino.
Ahora bien, más allá de cumplir con una entrega semanal de opiniones disfrazadas de sentencias, encontré interesante el detenerse a reflexionar acerca de la apabullante actualidad que pueden tener estas piezas teatrales. Al día de hoy y durante este año, en la Ciudad de México se han representado Coriolano, Enrique IV parte 1, Medida por Medida, Ricardo III y Hamlet. Desconozco si ha sido o no la intención de los organizadores de este ciclo, sin embargo, el espectador al salir de estas funciones creo se lleva sembrada la duda sobre la posición del hombre ante la figura del Poder. Conociendo la rica y conflictiva historia de Inglaterra, no me sorprende que en el siglo XVI el fenómeno cultural a través de la dramaturgia haya adaptado siglos de relatos míticos para retratar y mostrar el egoísmo, la ambición y las pasiones que corrompen a cualquier ser humano. Sin tener la intención de ser un pretencioso atado al pasado, no me parece ínfimo que a 400 años de la creación de estos hitos literarios se recuerde a aquellos que padecen síndrome adánico y que tienen por única referencia cultural el cine, la televisión, los cómics o los videojuegos (Marías), que desde que el hombre aprendió a escribir y a proyectarse en la literatura y en las artes, han sido sus deseos imperiosos, sus ambiciones, sus traiciones, sus bajezas y sus delirios los que han impulsado el ciclo histórico desde las entrañas de sus sociedades hasta las cúpulas de sus gobiernos. Las emociones que despiertan las escenas de las tragedias de Shakespeare provocan un replanteamiento en el espectador respecto del significado, esencia y unicidad de sus vivencias, al punto de reconfigurar su identidad a partir del cuestionamiento a su postura moral, ética y política. El reflejo que ve de sí mismo al contemplar los actores que encarnan situaciones amorales y siniestras lo traslada al terreno de la introspección donde éste ha de cotejar y reconocer la autenticidad de sus acciones. La obra de Shakespeare lleva al lector o al espectador a recordar la existencia de una Historia que no escriben los seres humanos y que oculta sigue siendo la que posee el testimonio de los grandes cambios en las diferentes culturas que componen Occidente.
En esta época en que la fugacidad y la desmemoria se han vuelto enfermedades de una generación, el regreso y reinterpretación del repertorio shakespeariano se convierte en una especie de medicina para aquellos entes que carecen de sensibilidad y son engañados por el espejismo de la inmediatez.
En lo personal, sólo me queda reiterar mi sentir y mi satisfacción por la gran iniciativa mundial que el movimiento “Shakespeare lives” representa y esperaré emocionado por las obras que queden por representarse en la Ciudad de México. Me alegra que siempre estará William Shakespeare allí para recordarnos a los impetuosos que las pasiones son las que guían al camino de la trascendencia.