Elíseo Literario

“Elíseo Literario”

“…han emergido plumas que han comprendido que en periodos de paz el ser humano goza del tiempo y de la circunstancia para adentrarse en sí y lograr iluminar los rincones más oscuros de su volición y su deseo.”

Al finalizar esta semana la Real Academia Sueca de las Artes entregará como lo hace cada año el premio Nobel de Literatura. Siguiendo la “costumbre” de las últimas décadas, la Academia mantiene el suspenso respecto de la terna que aficionados y especialistas han lanzado y esperan que sean galardonadas. Las casas de apuesta arrojan los nombres de Ismail Kadaré, Adonis, Haruki Murakami, Philip Roth, Ngugi Thiong ‘o y Javier Marías, como los potenciales ganadores del premio que coloca a las conciencias más brillantes de una época en el panteón literario universal. Extrañamente, por más de una década se cree que ya no hay una corriente innovadora o propositiva que se desmarque de las tragedias de mediados del siglo XX, sin embargo, cada año el grupo de profesionales que lleva la encomienda de deliberar y estudiar las candidaturas, sorprenden y elevan la obra de alguna conciencia perdida entre la bruma para recordarle a la humanidad que aún quedan muchas páginas por escribir, y, que si hay quienes piensan que la Historia llegó a su final hace tiempo, la ficción continúa satisfaciendo las carencias de la mundanidad.

Cíclicamente, década tras década, expertos y académicos departen sobre el criterio que utiliza la Academia Sueca para otorgar este galardón a los escritores que en teoría representan un movimiento o corriente de pensamiento que ha tenido marcado a generaciones. También, se pondera sobremanera la profundidad de las ideas que los candidatos han desarrollado, así como la difusión de la lengua en la que han escrito, es decir, se procura establecer un cierto canon a partir del impacto “natural” que la obra de un escritor ha tenido en la evolución de la sociedad contemporánea. Asimismo, la ceremonia de premiación ha legado una vasta producción literaria derivada de las extraordinarias piezas oratorias en las cuales los galardonados —la mayoría de ellos— muestran a la civilización las raíces de sus ideas y la esencia de la existencia humana allende los conflictos y las crisis que imprimieron originalidad en sus obras. Quien ha dedicado parte de su tiempo a leer estos testimonios lúcidos y auténticos, detecta inmediatamente la superioridad y la autenticidad de las ideologías que cada una de estas personas representaron; por encima de un llamamiento a la reconciliación mundial o al apaciguamiento de determinado conflicto, en la tribuna de Estocolmo se espera cada año recibir un mensaje que describa y retrate a esta sociedad abierta cada vez más presa del mal presentista y cada día más incapaz de revelarse a sí misma en la comprensión del fenómeno temporal. Quien recibe este premio recibe la honrosa responsabilidad de ser portavoz y a la vez maestro de quienes le antecedieron, de quienes le impulsaron y de quienes le sucederán; aquél ente a quien se le permite ingresar al Elíseo humano tiene el compromiso de mantener viva la voz de quienes al margen de la intolerancia, la insensatez, la demagogia y la estupidez, han convenido y logrado plasmar por vía de la Literatura el cómo un hombre ha de llevar su fugaz paso por este planeta.

A la fecha, resulta difícil concretar o entender la lógica bajo la cual se otorga este premio, empero, en algunas ocasiones se ha tomado mucho en cuenta la condición política de los potenciales candidatos, no es necesario obviar las veces en que se equivocaron al no premiar a quienes merecieron recibirlo pero que por consecuencia de su convicción política fueron marginados de ello. La mezquindad ha tenido presencia al imponer por influencia de los dogmas una efímera visión del orden que han de tener las sociedades mediocremente democráticas. Este, tal vez siga siendo el punto más débil de este grupo de personas que delinean el devenir de la Literatura universal.

Esta generación ha debido confrontar y lidiar con su búsqueda identitaria ya que sus actuales exponentes carecen de obra que alcance el universalismo que la tradición del siglo pasado logró sin necesidad de explotar o abusar de la narración trágica de las guerras mundiales y sus secuelas. No obstante lo anterior, han emergido plumas que han comprendido que en periodos de paz el ser humano goza del tiempo y de la circunstancia para adentrarse en sí y lograr iluminar los rincones más oscuros de su volición y su deseo; han surgido mentes que han desentrañado la naturaleza de su accionar y la ficción de su moral. Desgraciadamente se vive en una época donde el arte y la belleza se han convertido en retórica sofista, la cual busca hacer pasar las opiniones y las sentencias por modelos y arquetipos. De igual forma, es notorio que conforme sigue creciendo la facilidad para publicar y alcanzar a nuestro semejantes, más complejo es encontrar a los escritores que están permitiendo la continuidad del fenómeno cultural literario; al menos en este tiempo, el que haya mayor cantidad de escritores no ha implicado un significativo crecimiento de grupos, colectivos y corrientes que establezcan una tendencia o una nueva manera de interpretar la realidad.

En fin, a finales de esta semana conoceremos al nuevo miembro del olimpo literario, esperemos que quien sea el galardonado traiga consigo un mensaje a la altura de la historia y de quienes lo han antecedido.

@eisenbismarck