Tigres de Arena
25 de Octubre del 2016
“Periodismo; no Sadismo”
“…en México, desde tiempos inmemoriales, el ejercicio del periodismo se ha alejado del ejercicio del derecho a la libertad de expresión.”
25 de Octubre del 2016
En un ejercicio de apertura inédita, los noticieros de Televisa comienzan a dar espacios a los principales actores de la vida política del país, abriendo espacios para debatir y discutir de manera “auténtica” sobre los temas que a diario intrigan y llaman la atención de la población interesada en el desarrollo del fenómeno político y sus efectos. En el marco de la promoción de estos nuevos espacios de discusión a los cuales acuden representantes de diversas corrientes políticas y periodísticas, el miércoles pasado fueron invitados al noticiero de Carlos Loret de Mola, Marco Levario Turcott (Etcétera), Francisco Calderón (caricaturista) y Álvaro Delgado (Proceso).
De los tres temas que se abordaron durante este encuentro, tal vez el que más divergencias suscitó fue el de la posición de los medios de comunicación ante la situación actual de inseguridad que se vive en el país y la falta de intervención del Estado en materia de combate al crimen organizado. De los 3 panelistas, el reportero de Proceso sostuvo su postura militante al enfatizar que la grave inseguridad que sufre la población a nivel nacional proviene de la ineficacia y la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad pública. Asimismo, evitó abordar un tema primordial tal como es la responsabilidad ética de los medios de comunicación para con su ejercicio, en específico, con la falta de seriedad que muestran los principales medios escritos al difundir imágenes, titulares o situaciones que se convierten a la postre en propaganda de fango, olvidando por completo su labor informativa.
Desafortunadamente en México, desde tiempos inmemoriales, el ejercicio del periodismo se ha alejado del ejercicio del derecho a la libertad de expresión; en los peores casos, por consecuencia de este alejamiento —autoinducido—, muchas agencias informativas terminan más bien “ejerciendo” —en casos radicales— variaciones de la extorsión, encontrándose en la mayoría de éstos vinculados tanto los medios militantes como los oficiales. Asimismo, por parte de estos grupos, persiste el gasto desmesurado de grandes cantidades de recursos intelectuales, humanos y económicos, con tal de lograr alguna vez construir un fragmento de la realidad, así como imponer una visión del mundo que obedezca los intereses de unos cuantos personajes funestos.
En este contexto, se asoma también otro problema referente a la actitud de los periodistas en cuanto al manejo de su figura pública y privada por causa del auge de las redes sociales y el descontrolado flujo de información que hoy cualquier persona puede obtener sin filtración alguna. Esta circunstancia la han aprovechado un sinnúmero de personajes, quienes hoy han asumido un rol figuras de entretenimiento so pretexto de transmitir e informar, enaltecidos por un hipotético ejercicio comunicativo de corte “vanguardista”. El periodista promedio a mi parecer no tiene presente que su posición “al margen” de la realidad no necesariamente lo habrá de convertir en un intérprete, traductor o mensajero profético; mucho menos un predicador o moralista que adoctrine a los consumidores de información.
Finalmente, lo que debe fomentarse y perdurar en cuanto a la relación que exista entre los lectores-espectadores y los medios de comunicación masiva, es la búsqueda de una cultura del diálogo y la crítica hacia la vida pública y no lo que sucede actualmente, en la que el público diariamente se postra como un actor pasivo y receptivo de los mensajes —casi siempre de odio— que desestabilizan el comportamiento del ciudadano común.