Tigres de Arena
31 de Octubre del 2016
“Presidencia a la fuerza”
“España y sus habitantes tendrán que ser autocríticos y buscar maneras de mantener y fortalecer este aún nuevo estilo de vida político que muchos sacrificios les costó.”
Aunque una gran sector de la población mexicana piensa a diario que padece el peor de los sistemas políticos existentes o que las peores tragedias en la historia de la democracia han sucedido en México, intempestivamente surgen “ejemplos” en otras demarcaciones de Occidente donde se suscitan fenómenos inéditos y que me hacen decir con estupefacción: “bueno, parece que no estamos tan mal”. Este fin de semana, el suceso que me “arrancó” esta expresión, fue la sesión de investidura celebrada por el Congreso español y que tras más de 300 días sin presidente del Gobierno finalmente se “decantó”—agotando todos los presupuestos legales y obteniendo las abstenciones de los diputados del PSOE— por la ratificación del señor Mariano Rajoy.
Desde que en diciembre del año pasado comenzaron todas las “hostilidades” políticas en España se preveía que sería una elección atípica, ya que se contemplaba que por primera vez no habría una mayoría absoluta en el Congreso y que por ende esto significaría que las facciones partidistas tendrían la responsabilidad de negociar a quien fuese el presidente del Gobierno. Sumado a esto el fenómeno —¿meteorológico?— de Podemos en vísperas de aquella primera elección puso en una disyuntiva al electorado español —principalmente a la ingenua generación del milenio—, con sus renovadas e inéditas estrategias que por momentos atraparon a más de un español y que afortunadamente en un corto periodo de tiempo les dio la oportunidad de aprender en la práctica lo que es la demagogia. No obstante lo anterior, habiendo transcurrido casi un año sin un depositario del poder ejecutivo por causa de —o a pesar de— las vías democráticas de elección, sorpresivamente el ejercicio de la democracia quedó subyugado a los artificios de una minoría.
Si bien me encuentro hasta cierto punto “alienado” de la realidad política española, el hecho en concreto de percibir e interpretar los giros que tuvo la trama de la lucha por el poder entre la clase política de ese país, considero que sí puedo juzgar la entereza y la paciencia que tuvo el señor Rajoy para cumplir —caprichosamente— lo que en alguna reunión allá por inicios del 2016 le auguró a Barack Obama en cuanto a la convocatoria de nuevas elecciones y su entonces potencial permanencia en el Poder.
De este hito destaco que pudo haberse solucionado la “maraña electoral” si se hubieran aceptado las propuestas de gobernar en coalición —y no a la manera mercenaria que dicen proponer algunos vanguardistas en México—, inclusive España habría conseguido aportar algo a la cuestionable y desgastada teoría política moderna, empero, no me extraña que no haya sido así. Si se realiza una retrospectiva, se entenderá que es “normal” que el electorado español se haya “comportado” políticamente de esa manera en virtud de su “corta edad” democrática. De hecho, si se profundiza un poco más, veremos que a nivel europeo —salvo por Francia e Inglaterra— los países de este continente son “jóvenes” políticamente hablando pues tienen menos tiempo de haber institucionalizado la democracia. De tal suerte, no es tan sorprendente que en el caso español la población reciba con ingenuidad —y no con escepticismo— fenómenos como Podemos o Ciudadanos y hasta cierto punto los tome en serio como un grupo de personas aptas para gobernar, o bien, “acepten” las imposiciones de un partido que no logró legitimarse a través de su ejercicio gubernamental.
En fin, lo que ha dejado el fin de semana a mi parecer es digno de ser estudiado por los especialistas y habrá que sacar conclusiones sobre este caso atípico de investidura; España y sus habitantes tendrán que ser autocríticos y buscar maneras de mantener y fortalecer este aún nuevo estilo de vida político que muchos sacrificios les costó.