El intelectual y su mundo (Julián Marías)

“El tercer aspecto es más sutil y aparentemente venial, pero si se mira bien es el más peligroso. Consiste en la aceptación de la mentira, la ficción y los falsos prestigios. Hay en nuestro tiempo un número considerable de gentes sin ningún valor, que pretenden tenerlo y que son propuestas como grandes figuras por los poderes políticos o de grupos influyentes. El reconocimiento de esa pretensión por parte de los intelectuales, el hecho de que estos se comporten como si eso fuera verdad, es uno de los elementos que más perturban la vida intelectual y las relaciones internacionales. Y, para que la cosa sea más injustificable, hay que agregar que la reacción social es casi siempre mucho más sana y certera: en España —para buscar el ejemplo que me es más próximo y conozco mejor— se ha tratado en los últimos años de imponer como intelectuales valiosos a una serie de escritores que han gozado de todos los recursos imaginables para afianzar su prestigio; pues bien, es menester decir que ni uno solo ha logrado afirmarse en la opinión pública; más aún: los pocos de entre ellos que tienen auténtico mérito son estimados por la sociedad un poco menos “de lo que sería justo, precisamente por haber sido impulsados y apoyados por diversos poderes. Y ante esta reacción colectiva contrasta más aún el comportamiento indebido de muchos intelectuales.”

“Y ésta es la segunda condición del intelectual: intentar decir, ejercer presión sobre el contorno, actuar sobre él. Pero entiéndase bien: actuar intelectualmente; por tanto, intentar decir la verdad, y la verdad justificada. En estos tiempos en que dominan la sinrazón y el irracionalismo, el intelectual tiene que cargarse de razón. Por tanto, tiene que ajustarse a las exigencias teóricas de los temas de que se ocupa; y esto lo obliga, por supuesto, a ser actual y no arcaico, y a evitar todo provincianismo, es decir, tiene que hacer su labor intelectual en el mundo, no en esa provincia particular que es su país, y que sólo adquiere su justificación cuando se articula con las demás. En un trabajo titulado «El pensamiento europeo y la unidad de Europa» me ocupé hace un par de años detalladamente de esta cuestión, y no creo necesario insistir.”

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“El fanático, que maneja una idea —en general, una pseudo idea— como una maza o como un puñal, nada tiene que ver con el gremio de los que pretenden entender las cosas y decir lo que son. El que utiliza un prestigio ganado escribiendo novelas, componiendo versos, haciendo música, investigando el átomo o filosofando, para apoyar —no con razones, sino con esa autoridad— una causa política, para denunciar a sus enemigos políticos o personales, para orientar tendenciosamente las instituciones de cultura, invierte estrictamente su papel y es exactamente lo contrario de un intelectual.

El intelectual tiene derecho, por supuesto, a equivocarse; no a mentir. Tiene derecho a apasionarse, con tal que su pasión, como decimos en español, no quite conocimiento. Tiene derecho a vivir y ganar algún dinero, aun en circunstancias en que la libertad no exista; pero en ese caso, no como intelectual. Tiene derecho a tomar una posición política, pero no a ser cómplice del crimen, la opresión o el engaño. Tiene derecho a sentir simpatías o antipatías por una nación, una ideología o un grupo, pero no a sustituir la realidad por sus sentimientos particulares y domésticos.”
Excerpt From: Marías, Julián. “El intelectual y su mundo.”