Legislativo demasiado humano

Los Tigres de Arena
Martes 9 de febrero del 2016.

Durante la última semana, de manera indirecta en el espacio de las redes sociales, me he encontrado con manifestaciones propagandísticas de algunos legisladores, quienes de manera “genuina” y “sorpresiva” publicitan la renuncia al sueldo del cual gozan como servidores públicos. Sumado a esto, he visto también cómo la labor de otros se ha reducido en el ojo público a mostrarse como gestores y benefactores de la ciudadanía. Sendos fenómenos me hicieron cuestionarme por las leyes, proyectos y borradores que deberían estar fervorosamente discutiendo y debatiendo, y, sin embargo, no hallé –al menos en estos canales mercadológicos que se manejan a título individual- logros o acercamientos amigables para con la población respecto de su auténtica práctica legislativa.
Respecto del primer tema que abre esta participación, me parece muy benévolo -de manera superficial- el que una persona renuncie a su salario. Digo superficial, porque en el sistema económico y laboral que rige al país si algo he aprendido -sin distinción alguna entre quienes laboran en los sectores públicos y privados- es que nadie realiza un trabajo sin esperar una paga. Extrañamente, ahora aparecen figuras que han logrado el sueño de realizar una actividad por amor a servir; no sé, supongo ya habrán arribado a un estadio de satisfacción material y espiritual que les permite entregarse enteramente a sus representados.
Dejando de lado la ironía, lo que en verdad pienso es que estos políticos han optado por una ignominiosa herramienta de convencimiento y patetismo para con sus simpatizantes. A mi juicio entran en un truculento intercambio que en el fondo sólo busca perpetuarlos en el ejercicio del poder público (y no descubro nada con este comentario). Cuando venga el momento de renovar el sistema político esa benevolencia y favor “desinteresado” buscará apelar a la deuda generada entre representante y votante, entrando en esa dinámica de reciprocidad insana en el que ambos entes fallan al creer que el primero encarna la caridad, vocación y sacrificio por la colectividad; y el segundo, un juez que se coloca por encima del actor público y quien cada tres años decide magnánimamente extender o terminar su vida pública. De tal suerte, que leo en ese fragmento de realidad (cibernética) un nocivo alejamiento de lo que originalmente procuraba un legislador.
No dudo que estos personajes concretarán obras importantes, empero, ya hace tiempo que el poder legislativo invade las atribuciones del ejecutivo, y en el fondo, lo deleznable es que cada año legislativo se abre a una vergonzosa disputa por ínfimas partículas del erario público.
También, soy de la idea que todo trabajo debe ser remunerado; ahora, lo que sí se puede discutir –y lleva años discutiéndose- es si el caudal de responsabilidades de los altos mandos de los tres poderes es “justo” o “proporcional” y acorde a la realidad social que diversos estudios sociológicos y económicos muestran. Habrá que hacer la aritmética y cálculo necesario para determinar si todo este “exceso” de remuneraciones podría redistribuirse y aprovecharse en acciones de gobierno de alto impacto. Aún y cuando se hiciera, sostengo que los profesionales que se desempeñan en el sector público, no tienen la obligación de renunciar a su sueldo. Desafortunadamente quienes ya lo han hecho sólo fomentan la demagogia, pues en una sociedad “políticamente saludable” la ciudadanía nunca ha exigido la inmolación de sus representantes; por el contrario, sólo ha exigido un nivel mínimo de congruencia entre sus facetas públicas y privadas.
Los poderes legislativos locales y federales no han de olvidar su fin último en nuestro sistema político: promulgar, diseñar e instrumentar leyes que mejoren la convivencia y las condiciones de los habitantes. Esto, no a través de la gestión o dispendio de recursos extraordinarios que dupliquen lo que ya realiza el Ejecutivo, sino mediante la constante comunicación y equilibrio entre poderes, respetando el campo de acción ambos. Sí, se necesita dinero y recursos para modificar la realidad social, pero hay quienes prefieren olvidar que ya hay una parte del sistema político que se dedica únicamente a eso.
Que nuestros legisladores no olviden que de este Poder emergen los grandes tribunos, los estadistas, los oradores y los pensadores; no administradores ni gestores. El espíritu de la ley descansa sobre sus hombros y sobre la ley nuestra sociedad; exijamos que ésta sí refleje nuestra realidad.

Bismarck Izquierdo Rodríguez
@eisenbismarck