Tigres de Arena
“Liderazgos y hartazgos”
19 de septiembre del 2016
Este fin de semana en la extensión territorial del país se vivieron festividades dignas de la efeméride que año con año recuerda a las diferentes generaciones el evento capital que dio origen al modelo político y de gobierno que actualmente nos rige. En lo que alcancé a captar en los medios de comunicación y en las redes sociales, —manipulados o no— fueron las postales de concordia y buen ambiente salvo por las manifestaciones desarrolladas en la Ciudad de México donde miles de personas —de aparente juventud— pidieron de manera pacífica la renuncia del Presidente de la República.
Primeramente, me pareció admirable la capacidad de organización y de aprovechamiento de las redes sociales para convocar y coordinar a los millares de personas que se dieron cita en Paseo de la Reforma y que realizaron un recorrido hacia el Zócalo de la capital. Para fortuna de los manifestantes, su protesta se desenvolvió en un ambiente “tranquilo” y más allá de los fuertes dispositivos de seguridad, descartaron provocar un enfrentamiento entre los civiles y la fuerza pública. Durante la cobertura mediática de estos eventos, la prensa nacional e internacional mostró algunas imágenes y videos, así como entrevistas en las cuales la gente externaba su disgusto y repudio hacia la figura presidencial, sin embargo, no escuché en éstas una sola opinión lo suficientemente sólida como para justificar la renuncia del Presidente o la necesidad de destruir y reconstruir la administración pública federal. Sí, existe un hartazgo generalizado —no sé si justificado pero lo hay— pero no debe seguir la masa crítica lo que le dicte el apasionamiento para provocar determinados efectos políticos. De hecho, encuentro cierto paralelismo en cuanto al fervor con el que se confronta el ciudadano común a la clase política con el del aficionado a un club de fútbol que padece de una mala racha deportiva. Después de 4 años y tras arrepentirse de su pasividad política, este sector de mexicanos opta por la cómoda opción de deshacer y volver a empezar, opta por una medida “revolucionaria” que implica retroceder e intentar fallidamente replicar un ficcional estado de plenitud y tranquilidad. En la vorágine de estos apasionamientos, más de un vivillo ya ha querido tomar protagonismo y postular la figura de la “revocación de mandato” como la gran solución que el pueblo necesita para tener control sobre la clase gobernante. Desafortunadamente, desde mi perspectiva la sociedad mexicana aún se encuentra muy lejos del estadio de madurez en el que sepa y pueda manejar la ejecución de una figura como la antes mencionada, por lo menos yo veo que tendrán que pasar entre 20 y 30 años para que los habitantes de este país tengan la madurez deponer a un mandatario.
Venga de quien venga, cuando se propone la disidencia y los levantamientos pacíficos como vía para cambiar las acciones de gobierno, siempre hay sospechar de la manipulación de algún grupo externo y de la ingenuidad de quienes lo proponen. Asimismo, creo que el ciudadano debe tener el carácter para aceptar sus decisiones y ser responsable de su comportamiento político; como lo dije en otra ocasión, tiene que ser antes y no después de haber elegido a un gobernante cuando se deben lanzar las críticas y los cuestionamientos. También, el ciudadano común tendrá que eludir los arrepentimientos que deterioren la relación hombre-fenómeno político, uno no puede ir por la vida avanzando y reculando pues se termina por llegar a ninguna parte.
Allende los cismas que se buscaron generar y la inconformidad y hastío que se vive a diario en este país, me dio gusto ver que aún se pudo llevar a cabo esta celebración que se mantiene como el pilar de la identidad mexicana. Exista o no esta crisis de liderazgos en nuestro tiempo, felizmente siempre regresan los nombres de quienes en condiciones muy adversas lograrnos dar una nación, que su ejemplo recuerde a los cegados por la rabia que hay luchas que se ganan con inteligencia y coraje y no con llanto y apatía.