2017: Elección sin Convicción

Tigres de Arena
“2017: Elección sin Convicción”
03 de enero del 2017

De manera atípica, este sexenio ha arrojado escenarios y experiencias únicas en el ámbito político y principalmente se ha modificado el comportamiento tanto de actores como simpatizantes de las diversas corrientes políticas que predominan en nuestro sistema. Cómicamente, desde inicios del sexenio se hablaba ya de los posibles sucesores del actual presidente, así como de los candidatos emergentes que traían bajo su brazo sus respectivos proyectos de Nación.
En el marco de este reconfigurado “campo” político, el año 2017 será el paréntesis temporal durante el cual de gestarán los hechos capitales del 2018. Si bien las campañas presidenciales se abrirán a finales de éste, la realidad nos señala que ya algunos entes se han adelantado en esta carrera, y, más de uno se ha enredado porque no logra encarnar o enarbolar los ideales de la masa crítica que está pasando por una transición generacional. La generación de actores políticos que hoy busca convencer con sus respectivos proyectos de nación, a la fecha, no logra “enganchar” a la desidiosa “generación del milenio” cuyo horizonte se termina en el umbral de sus dormitorios.
Personalmente, nunca he esperado nada de quienes aspiran a asumir funciones y atribuciones en cualesquier de los poderes públicos, sin embargo, en este particular episodio que se está delineando, encuentro que una de las claves que definirá el avenir presidencial emanará de la asunción política que tengan los miembros de la multicitada generación “Y”. No obstante resulte obvio lo que he mencionado, el tiempo sigue corriendo y no surgen nuevos discursos o voces que marquen o distingan a este grupo de individuos. Por más que se haya aplazado el momento de decidir cómo participar en la vida pública de este país, al menos para las próximas dos elecciones presidenciales esta generación representa la “mayoría” de los intereses del pueblo.
Asimismo, yo coincido con los pocos “optimistas” que consideran que vivimos en Occidente la mejor de las épocas posibles. Especialmente en México, pienso que es irrisorio y ridículo que en lugar de seguir una inercia hacia el fortalecimiento de la democracia y las instituciones, las nuevas generaciones se muestren reacias a contribuir en los asuntos del Estado. Aunado a esto, también considero peligroso que las juventudes se decanten por supuestas revoluciones que no buscan más que provocar un retroceso en todas las latitudes. Sea de derecha o de izquierda, cualquier discurso “revolucionario” o “contestario” resulta tanto anacrónico como inoperante en este contexto en el cual las bases democráticas de la civilización occidental se han visto gravemente lastimadas.
Este año, el gran reto para quienes se han mantenido al margen de los asuntos de la nación, versa en proyectar si formarán o no parte de la historia política; esto, no significa tomar las armas, participar en alguna revolución pacífica o buscar alterar el sistema, esto, significa asumirse como entes activos en un gran escenario en el cual cada pensamiento, cada manifiesto y cada posicionamiento tendrá efectos magnificados, para bien o para mal.
Me gusta que inicie un nuevo año, éste en particular me entusiasma en demasía, yo creo que las cosas mejorarán y esto se dará en parte por lo que haga cada quien desde sus respectivas actividades. En mi caso, me abstendré de pelear contra figuras hierofánicas o de fomentar odio entre mis símiles, no me queda más que llevar a la práctica lo que por aquí he dicho durante casi un año. Sé que será un gran 2017 y espero que más contemporáneos compartan mi visión.