Breve comentario sobre la enseñanza y la amistad

Breve comentario sobre la amistad y la enseñanza

 (En memoria de Humberto Aguilar Cortés y dedicado a Marco Antonio, Pepe, Carlos y mi abuelo Bismarck.)

4 años después, visto en retrospectiva, reflexionando y “definiendo” ingenuamente a los hombres “guías” de todas las épocas, hoy puedo detenerme a compartir algunas conclusiones respecto de las figuras que me han favorecido con su confianza y amistad, y sobre todo, cambiaron mi forma de ver la vida al enseñarme a concebirme como alguien que no imaginaba aspiraría a ser. Estas personas tuvieron a bien permitirme reflejarme en sus espejos, compartirme su lucidez y brillo, y, finalmente, enseñarme por medio de su actuar a brillar por mí mismo.

Hoy se conmemora un aniversario luctuoso más del maestro Humberto Aguilar Cortés, sin embargo, hasta hoy -en mi caso- convergieron las sensaciones y se materializaron en lenguaje para dedicarle el tiempo que en 2013 no pude dedicar.

Centrarme en su trayectoria profesional o discurrir sobre su novelesca -y admirable- vida personal, me trasciende y me resulta nimio, no deseo glosar lo que la narrativa anodina de esta ciudad ya ha escrito y difundido sobre él.

En la actualidad, uno de los movimientos “dialécticos” que coadyuvan en la evolución social es la relación entre quienes establecen un vínculo de enseñanza-aprendizaje. Gracias a éste, la síntesis de épocas, vivencias, ideas y visiones es posible en virtud del diálogo entre dos temporalidades. Esto, siempre lo entendieron a quienes dedico estas palabras, jamás vi en ellos un sólo atisbo de mezquindad ni de dogmatismo y muy por encima de las micro épocas y sucesos que atestiguaron, siempre consiguieron arrojar luz sobre los asuntos más nebulosos y cansinos originados por quienes siempre -pública y clandestinamente- les repudiaron. 

En la vida cotidiana, escenario donde fijaron su rol de maestros y amigos, siempre tuvieron la clarividencia para esbozar la sentencia y el consejo para quienes les requerían. Jamás guardaron ni escondieron su conocimiento, por el contrario, siempre obsequiaron indistintamente las reflexiones que consideraron podían orientar a sus interlocutores. Al día de hoy ninguno de estos hombres de preclara inteligencia han sido egoístas con su sapiencia. Talentosos y sensibles para leer la realidad y saber cuándo ser protagonistas de la misma, nunca se desgastaron en escuchar o recibir el vituperio travestido de elogio; sin duda, este último, accidente del comportamiento ignominioso de quienes hoy luchan inútilmente por sacudirse su sombra o quienes erigen una enemistad donde sólo hay nadería y obscuridad.

Por medio de la palabra, el conocimiento, la lealtad y el compartir un cúmulo de afinidades y concepciones con estos amigos, establecí un intemporal vínculo que sé habrá de prolongarse en un hasta ahora innominado legado. 

En lo personal, jamás he sentido escozor ni envidia por quiénes han sido y lo que han sido mis maestros y amigos, de hecho, cada día me gusta más ser quien soy, y en ese gusto místico y algo infantil que descubro, más dichoso me siento en poder plasmar estas pocas líneas a favor de estos seres ejemplares y auténticos.

Finalmente, en tiempos en que son escasos los ejemplos de lealtad, de honor y de amistad desinteresada, pienso que rememorar -de forma algo desorndenada- lo que simboliza Humberto Aguilar Cortés es lo menos que puedo hacer para externar un poco de la gratitud que siento hacia su figura.

Hasta donde estés, muchas gracias, Humberto.