“Por supuesto, yo debía haber dicho honrada y directamente: «Georgie: no te quiero lo bastante como para casarme contigo. Podemos ser amigos y, si quieres, algo más». Mi falta de sinceridad, por desgracia, suscitó una reacción grave y patética. Yo estaba dispuesta a aceptar lo que él quisiera, pero (y esto arroja cierta sombra sobre mi carácter) yo sabía que era muy improbable que él quisiera seguir adelante. Lo que yo no podía prever fue el alcance de mi respuesta esa noche: a partir de entonces él anduvo por terrenos no transitados antes. Sufrió profundamente y emergió aceptándose a sí mismo. Como el Orestes de Racine, su desgracia lo sobrepasó y lo convirtió finalmente en el Borges triunfal, el hombre que descubrió y aceptó su destino.”
Fragmento de “Borges a Contraluz”.
Metáfora de las Mil y Una Noches
Por Jorge Luis Borges
La primera metáfora es el río.
Las grandes aguas. El cristal viviente
Que guarda esas queridas maravillas
Que fueron del Islam y que son tuyas
Y mías hoy. El todopoderoso
Talismán que también es un esclavo;
El genio confinado en la vasija
De cobre por el sello salomónico;
El juramento de aquel rey que entrega
Su reina de una noche a la justicia
De la espada, la luna, que está sola;
Las manos que se lavan con ceniza;
Los viajes de Simbad, ese Odiseo
Urgido por la sed de su aventura,
No castigado por un dios; la lámpara;
Los símbolos que anuncian a Rodrigo
La conquista de España por los árabes;
El simio que revela que es un hombre,
Jugando al ajedrez; el rey leproso;
Las altas caravanas; la montaña
De piedra imán que hace estallar la nave;
El jeque y la gacela; un orbe fluido
De formas que varían como nubes,
Sujetas al arbitrio del Destino
O del Azar, que son la misma cosa:
El mendigo que puede ser un ángel
Y la caverna que se llama Sésamo.
La segunda metáfora es la trama
De un tapiz, que propone a la mirada
Un caos de colores y de líneas
Irresponsables, un azar y un vértigo,
Pero un orden secreto lo gobierna.
Como aquel otro sueño, el Universo,
El Libro de las Noches está hecho
De cifras tutelares y de hábitos:
Los siete hermanos y los siete viajes,
Los tres cadíes y los tres deseos
De quien miró la Noche de las Noches,
La negra cabellera enamorada
En que el amante ve tres noches juntas,
Los tres visires y los tres castigos,
Y encima de las otras la primera
Y última cifra del Señor; el Uno.
La tercera metáfora es un sueño
Agarenos y persas lo soñaron
En los portales del velado Oriente
O en vergeles que ahora son del polvo
Y seguirán soñándolo los hombres
Hasta el último fin de su jornada.
Como en la paradoja del eleata,
El sueño se disgrega en otro sueño
Y ése en otro y en otros, que entretejen
Ociosos un ocioso laberinto.
En el libro está el Libro. Sin saberlo,
La reina cuenta al rey la ya olvidada
Historia de los dos. Arrebatados
Por el tumulto de anteriores magias,
No saben quiénes son. Siguen soñando.
La cuarta es la metáfora de un mapa
De esa región indefinida, el Tiempo,
De cuanto miden las graduales sombras
Y el perpetuo desgaste de los mármoles
Y los pasos de las generaciones.
Todo. La voz y el eco, lo que miran
Las dos opuestas caras del Bifronte,
Mundos de plata y mundos de oro rojo
Y la larga vigilia de los astros.
Dicen los árabes que nadie puede
Leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día
Y Shahrazad te contará tu historia.
Ejercicio de traducción
Examen Final del Curso Virtual de Capacitación Avanzada Específica facilitado por David Huerta Osornio.
Presenta: Bismarck Izquierdo Rodríguez
Texto original: “History of Western Philosophy”, Bertrand Russell, chapter 27, “Marx”, pp. 706-713.
27
Karl Marx
Karl Marx es usualmente pensado como el hombre que decía haber hecho científico al socialismo y que hizo más que cualquier otro para crear el poderoso movimiento, el cual, por atracción y repulsión, ha dominado la historia reciente de Europa. No viene en el ámbito de este trabajo considerar su economía, o su política excepto en ciertos aspectos generales; es sólo como filósofo y una influencia sobre la filosofía de otros, que propongo tratar con él.
En este respecto es difícil de clasificar. En un aspecto, él es un resultado, como Hodgskin, de los Radicales Filosóficos, continuando su racionalismo y su oposición a los románticos. En otro aspecto, él es el revividor del materialismo, dándole una nueva interpretación y una nueva conexión con la historia humana. Aún en otro aspecto, él es el último de los grandes constructores de sistemas, el sucesor de Hegel, un creyente, como él, en una fórmula racional resumiendo la evolución de la humanidad. Hacer énfasis en cualquiera de estos aspectos a expensas de otros da una falsa y distorsionada visión de su filosofía.
Los eventos de su vida cuentan, en parte, para esta complejidad. Nació en 1818, en Treves, como San Ambrosio. Treves había estado profundamente influenciada por los franceses durante la era revolucionaria y napoleónica y era mucho más cosmopolita en perspectiva que la mayoría de las partes en Alemania. Sus ancestros habían sido rabíes pero sus padres se volvieron cristianos cuando él era niño. Se casó con una gentil aristócrata, a quien se mantuvo devoto a lo largo de su vida. En la universidad fue influenciado por el aún prevalente hegelianismo, así como por la revuelta de Feuerbach contra Hegel hacia el materialismo. Probó el periodismo, pero el Rheinische Zeitung, el cual él editaba, fue suprimido por las autoridades por su radicalismo. Después de esto, en 1843, él fue a Francia a estudiar Socialismo. Ahí él conoció a Engels, quien era gerente de una fábrica en Manchester. A través de él vino a conocer las condiciones inglesas de trabajo y la economía inglesa. Adquirió así, antes de las revoluciones de 1848, una inusual cultura internacional. En lo que se refiere a Europa Occidental, no mostró sesgo nacional, esto no puede decirse de Europa del Este, él siempre desprecio a los eslavos.
Tomó parte las revoluciones francesas y alemanas de 1848, pero la reacción le obligó a buscar refugio en Inglaterra en 1849. Pasó el resto de su vida, con breves intervalos, en Londres, preocupado por la pobreza, enfermedad, y muertes de hijos; pero, infatigable escritura y amasamiento de conocimiento. El estímulo a su trabajo siempre fue la esperanza de la revolución social, si no durante su vida, entonces en un no tan alejado futuro.
Marx, como Bentham y James Mill, no tendrán nada que ver con el romanticismo; siempre es su intención ser científico. Su economía es una perspectiva de la economía británica clásica, cambiando sólo la fuerza motriz. Los economistas clásicos, consciente o inconscientemente, apuntaron al bienestar del capitalista, opuestos ambos al dueño de la tierra y el asalariado; Marx, al contrario, listo para trabajar para representar el interés del asalariado. Tuvo en la juventud -como aparece en el Manifiesto Comunista de 1848 – el fuego y la pasión apropiados para un nuevo movimiento revolucionario, como el liberalismo lo tuvo en el tiempo de Milton. Pero siempre estuvo ansioso de apelar a la evidencia y nunca se confió de ninguna intuición extra-científica.
Se llamó a sí mismo materialista, pero no del tipo del siglo dieciocho. Su tipo, que bajo influencia hegeliana él llamó “dialéctica”, difería de manera importante del materialismo tradicional y era más afín a lo que ahora se llama instrumentalismo. El materialismo más viejo, decía, equivocadamente consideraba la sensación como pasiva, y así atribuía actividad ante todo al objeto. En opinión de Marx, toda sensación o percepción es una interacción entre sujeto y objeto; el objeto desnudo, aparte de la actividad del perceptor, es un mero material crudo, el cual es transformado en el proceso de convertirse en conocido. El conocimiento en el viejo sentido de contemplación pasiva es una abstracción irreal; el proceso que realmente se lleva a cabo es el de manejar cosas. “La pregunta sobre si la verdad objetiva pertenece al pensamiento humano, no es una cuestión de teoría, sino una cuestión práctica”, dice. “La verdad, la realidad y el poder de pensamiento deben ser demostrados en la práctica. La polémica sobre la realidad o no realidad de un pensamiento, el cual está aislado de la práctica, es una cuestión puramente escolástica. … Los filósofos han sólo interpretado el mundo de varias maneras, pero la tarea real es alterarlo”.
Pienso que podemos interpretar a Marx como refiriéndose a que el proceso que los filósofos han llamado “la búsqueda del conocimiento” no es, como ha sido pensado, uno en el que el objeto es constante mientras toda la adaptación está de parte del conocedor. Al contrario, ambos, sujeto y objeto, ambos, el sujeto y la cosa conocida, están en continuo proceso de mutua adaptación. Él llama al proceso, “dialéctico”, porque nunca es totalmente completado.
Es esencial a esta teoría negar la realidad de “sensación” como la concebían los empiristas británicos. Lo que pasa, cuando es más cercano a lo que ellos se refieren por “sensación”, sería mejor llamarlo “notar”, lo que implica actividad. De hecho -por lo que Marx sostendría- sólo notamos cosas como parte del proceso de actuar en referencia a ellas y cualquier teoría que deje fuera a la acción es una abstracción engañosa.
Hasta donde sé, Marx fue el primer filósofo que criticó la noción de “verdad” desde este punto de vista activista. En él, este criticismo no fue muy enfatizado, y por ello, no diré más sobre él aquí, dejando la examinación de la teoría a un capítulo posterior.
La filosofía de la historia de Marx es una mezcla de Hegel y economía británica. Como Hegel, él piensa que el mundo se desarrolla de acuerdo a formula dialéctica, pero él discrepa con Hegel en cuanto a la fuerza motriz de este desarrollo.
Hegel creía en una entidad mística llamada “Espíritu”, la cual causa se desarrolle la historia humana de acuerdo a las etapas de la dialéctica tal y como las planteó en su Lógica. Porqué el Espíritu tiene que pasar por estas etapas no queda muy claro. Uno es tentado a suponer que el Espíritu está intentando entender a Hegel y en cada etapa objetiva, temerariamente, lo que ha estado leyendo. La dialéctica de Marx no tiene esta calidad excepto cierta inevitabilidad. Para Marx, la materia, no el espíritu, es la fuerza motriz. Pero es una materia en el sentido particular que hemos estado considerando, no la totalmente deshumanizada materia de los atomistas. Esto significa que, para Marx, la fuerza impulsora es realmente la relación del hombre con la materia, cuya parte más importante es su modo de producción. De este modo el materialismo de Marx, en la práctica, se vuelve economía.
La política, religión, filosofía y arte de cualquier época en la historia humana son, de acuerdo a Marx, un resultado de sus métodos de producción, y, en menor medida, de distribución. Pienso que no mantendría que esto aplica a todas las lindezas de la cultura, sino sólo a sus líneas generales. La doctrina se llama “concepción materialista de la historia”. Esta es una tesis muy importante; en particular, concierne al historiador de la filosofía. Yo personalmente no acepto la tesis como está, pero pienso que contiene elementos muy importantes de verdad, y soy consciente de que ha influido en mis propios puntos de vista del desarrollo filosófico como se establece en el presente trabajo. Permítanos, empezar con, considerar la historia de la filosofía en relación a la doctrina de Marx.
Subjetivamente, todo filósofo parece a sí mismo estar comprometido en la persecución de algo que podría ser llamado “verdad”. Los filósofos diferirán en cuanto a la definición de “verdad”, pero en todo caso es algo objetivo, algo que en cierto sentido, todos deben aceptar. Ningún hombre se comprometería a la persecución de la filosofía si pensara que toda filosofía es meramente una expresión de sesgo irracional. Pero todo filósofo estará de acuerdo que muchos otros filósofos han sido accionados por sesgo, y han tenido razones extra-racionales, de las cuales estuvieron usualmente inconscientes para muchas de sus opiniones. Marx, como el resto, cree en la verdad de sus propias doctrinas; él no las considera más que como la expresión de los sentimientos naturales de una rebelde clase media alemana judía a mediados del siglo diecinueve. ¿Qué puede ser dicho acerca de este conflicto sobre visiones objetivas y subjetivas de una filosofía?
Diremos, en sentido amplio, que la filosofía griega hasta Aristóteles expresa la mentalidad propia a la Ciudad-Estado; que el estoicismo es propio a un despotismo cosmopolita; que la filosofía escolástica es una expresión intelectual de la iglesia como organización; que la filosofía desde Descartes, o hasta cierto punto desde Locke, tiende a encarnar los prejuicios de la clase media comercial; y que el marxismo y el fascismo son filosofías propias al Estado moderno industrial. Esto, pienso, es tan importante como verdad. Pienso, sin embargo, que Marx está equivocado en dos aspectos. Primero, las circunstancias sociales que se deben tomar en cuenta son tanto políticas como económicas; tienen qué ver con el poder, del cual la riqueza sólo es una forma. Segundo, la causalidad social deja en gran medida de aplicar tan pronto como el problema se vuelve técnico y detallado. La primera de estas objeciones la he establecido en mi libro “Poder”, por lo que no diré más sobre ella. La segunda más íntimamente concierne la historia de la filosofía, y voy a dar unos ejemplos de su alcance.
Tome, primero, el problema de los universales. El problema fue discutido primero por Platón, luego Aristóteles, los escolásticos, los empiristas británicos, y por la mayoría de los lógicos modernos.
Sería absurdo negar que el sesgo ha influido en la opinión de los filósofos en esta cuestión. Platón fue influenciado por Parménides y el Orfismo; quería un mundo eterno y no podía creer en la realidad última del flujo temporal. Aristóteles fue más empírico y no tenía aversión por el mundo de todos los días. Los empiristas de trato minucioso en tiempos modernos tienen un sesgo el cual es opuesto al de Platón: encuentran el pensamiento de un mundo suprasensible desagradable y están dispuestos a ir grandes distancias para evitar tener que creer en él. Pero estos tipos opuestos de sesgos son perennes, y tienen sólo cierta conexión con el sistema social. Se dice que el amor por lo eterno es característica de una sociedad ociosa que vive del trabajo de otros. Dudo si esto es verdad. Epicteto y Spinoza no eran caballeros de ocio. Podría instarse, al contrario, que la concepción del paraíso como lugar donde nada se hace es de aquellos trabajadores abatidos que no quieren hacer otra cosa más que descansar. Tal argumentación puede ser llevada indefinidamente y conduce a ninguna parte.
Por otro lado, cuando llegamos al detalle de la controversia sobre los universales, encontramos que cada lado puede inventar argumentos que la contraparte admitirá como válidos. Algunas críticas de Aristóteles sobre Platón en esta cuestión han sido casi universalmente aceptadas. En tiempos muy recientes, aunque ninguna decisión ha sido alcanzada, una nueva técnica ha sido desarrollada y muchos problemas incidentales han sido resueltos. No es irracional esperar que antes de mucho tiempo, un acuerdo definitivo será alcanzado por lógicos en esta cuestión.
Tomen, como segundo ejemplo, el argumento ontológico. Este, como hemos visto, fue inventado por Anselmo, rechazado por Tomás de Aquino, aceptado por Descartes, refutado por Kant, y reintegrado por Hegel. Pienso, se dirá casi decisivamente que como resultado del análisis del concepto de “existencia”, la lógica moderna ha probado este argumento como invalido. Este no es un asunto de temperamento o del sistema social; es un asunto puramente técnico. La refutación del argumento se permite, obviamente, sin terreno para suponer su conclusión, esto es la existencia de Dios, de ser falsa; si es así, no podemos suponer que Tomás de Aquino hubiera rechazado el argumento.
O tomen la cuestión del materialismo. Este es un mundo que es capaz de muchos significados; hemos visto que Marx alteró radicalmente su significación. Las acaloradas controversias sobre su verdad o falsedad han dependido en gran medida, por su continua vitalidad, sobre evitar la definición. Cuando el término está definido se encontrará que de acuerdo a algunas definiciones posibles, el materialismo es demostrablemente falso; de acuerdo a ciertos otros, será verdad, aunque no hay una razón positiva para pensar así; mientras de acuerdo aún a otras definiciones, hay algunas razones a su favor, aunque estas razones no son concluyentes. Todo esto, otra vez, depende de consideraciones técnicas, y no tiene nada que ver con el sistema social.
La verdad del asunto es realmente bastante simple. Lo que es convencionalmente llamado “filosofía” consiste de dos elementos muy diferentes. Por un lado, hay cuestiones que son científicas o lógicas; éstas son susceptibles a métodos en cuanto hay un acuerdo general. Del otro lado, hay preguntas de apasionante interés para grandes números de personas, en cuanto no hay una sólida evidencia de cualquier manera. Entre estas últimas hay preguntas prácticas en cuanto es imposible mantenerse al margen. Cuando hay una guerra, debo apoyar mi propio país o encontrarme con un conflicto doloroso tanto con mis amigos como con las autoridades. Muchas veces no ha habido punto medio entre apoyar u oponerse a la religión oficial. Por una razón u otra, encontramos casi imposible mantener una actitud de desapego escéptico en muchos problemas por cuanto la razón pura es silenciosa. Una “filosofía”, en un sentido muy usual de la palabra, es un todo orgánico de decisiones extra racionales. Es en lo que se refiere a “filosofía”, en este sentido, que la afirmación de Marx es en gran medida verdad. Pero aún en este sentido una filosofía es determinada por otras causas sociales así como por otras que son económicas. La guerra, especialmente, tiene su parte en la casuística histórica; y la victoria en la guerra no siempre se va del lado con los más grandes recursos económicos.
Marx acomodó su filosofía de la historia en un molde sugestionado por la dialéctica hegeliana, pero de hecho sólo hubo una tríada que le preocupaba: el feudalismo, representado por dueño de la tierra; el capitalismo, representado por el empleador industrial; y el socialismo, representado por el asalariado. Hegel pensó en las naciones como vehículos de movimiento dialéctico; Marx substituyó a las clases. Él negó siempre todas las razones éticas y humanitarias por preferir el socialismo o tomar el lado del asalariado; sostuvo, no que este lado fuese éticamente mejor, sino que fue el lado tomado por la dialéctica en su todo determinístico movimiento. Él habría dicho que no abogaba por el socialismo, que sólo lo profetizaba. Esto, sin embargo, no hubiera sido del todo verdad. Él indudablemente creía en que todo movimiento dialéctico, en un sentido impersonal, es, un progreso, y ciertamente sostuvo que el socialismo, una vez establecido, ministraría a la felicidad humana más que lo que el feudalismo o el capitalismo habían logrado. Estas creencias, aunque hubieran controlado su vida, se mantuvieron en gran medida en el fondo, tan lejos de lo que preocupaba a sus escritos. Ocasionalmente, sin embargo, abandona la profecía calma por la vigorosa exhortación a la rebelión, y la base emocional de sus ostensibles pronosticaciones científicas está implícita en todo lo que escribió.
Considerado puramente como filósofo, Marx tiene graves deficiencias. Es demasiado práctico, demasiado envuelto en los problemas de su tiempo. Su ámbito de competencia está confinado a este planeta, y, dentro este planeta, al Hombre. Desde Copérnico, ha sido evidente que el Hombre no tiene la importancia cósmica que antiguamente asumió para sí mismo. Ningún hombre que ha fallado a asimilar este hecho tiene el derecho de llamar a su filosofía “científica”.
Ahí va con esta limitación para con los asuntos terrenales, una disposición para creer en el progreso como una ley universal. Esta disposición característica del siglo diecinueve, existió en Marx así como en muchos de sus contemporáneos. Es sólo por la creencia en la inevitabilidad del progreso que Marx pensó que era posible prescindir de las consideraciones éticas. Si el socialismo estaba por venir, debe ser una mejoría. Él habría admitido fácilmente que no parecería ser una mejoría para los dueños de la tierra o los capitalistas, pero eso sólo demostró que estaban fuera de armonía con el movimiento dialéctico del tiempo. Marx se declaró como ateo, pero retuvo un optimismo cósmico que sólo el teísmo podía justificar.
Hablando en general, todos los elementos en la filosofía de Marx que derivan de la de Hegel son acientíficos, en el sentido de que no hay razón (la que sea) para suponerlos como verdaderos.
Quizás el “vestido” filosófico que Marx dio a su socialismo no tenía realmente mucho que ver con la base de sus opiniones. Es fácil restar la parte más importante de lo que tenía que decir sin referencia alguna a la dialéctica. Estaba impresionado por la espantosa crueldad del sistema industrial como existía en Inglaterra hace cien años, que conoció profundamente a través de Engels y los reportes de las Comisiones Reales. Vio que el sistema era probable que se desarrollara de la libre competencia hacia el monopolio y que su injusticia debe producir un movimiento de revuelta en el proletariado. Sostuvo que, en una comunidad industrializada a fondo, la única alternativa de privar al capitalismo es la propiedad estatal de la tierra y el capital. Ninguna de estas proposiciones son materias para la filosofía y por ello no consideraré su verdad o su falsedad. El punto es que, son suficientes para establecer lo que es prácticamente importante en su sistema. Las trampas hegelianas serán dejadas por lo tanto con ventaja.
La historia de la reputación de Marx ha sido peculiar. En su propio país sus doctrinas inspiraron el programa del Partido Social Demócrata, que creció lentamente, hasta que en la elección de 1912, aseguró un terció de todos los votos Inmediatamente después de la primera guerra mundial, el partido Social Demócrata estuvo por un tiempo en el poder, y Ebert, el primer presidente de la República de Weimar, fue miembro de él; pero para este tiempo el partido había desistido de adherirse a la ortodoxia marxista. Mientras tanto en Rusia, creyentes fanáticos de Marx habían adquirido el gobierno. En el Oeste, ningún gran movimiento de la clase obrera ha sido marxista; el Partido Obrero Británico, a veces, se ha movido aparentemente en esa dirección, pero nunca se adherido a un tipo empírico de socialismo. Gran número de intelectuales, sin embargo, han sido influenciados por él, tanto en Inglaterra como en América. En Alemania, toda defensa de sus doctrinas ha sido reprimida por la fuerza, pero se espera reviva cuando los nazis sean expulsados.
La Europa Moderna y América, así, han sido divididas, políticamente e ideológicamente en 3 campos. Hay, los liberales, que aun, tan alejado como pueda ser, siguen a Locke o a Bentham, pero varían sus grados de adaptación a las necesidades de la organización industrial. Hay marxistas, que controlan el gobierno en Rusia y pueden llegar a ser cada vez más influyentes en varios otros países. Estas dos secciones de opinión están filosóficamente no muy ampliamente separadas, ambas son racionalistas, y ambas, en intención, son científicas y empíricas. Pero desde el punto de vista de la política práctica, la división es aguda. Aparece ya en la carta de James Mill citada en el capítulo precedente, diciendo que “sus nociones de propiedad parecen feas”.
Se debe, sin embargo, admitir que hay ciertos aspectos en los cuales el racionalismo de Marx está sujeto a limitaciones. Aunque él sostiene que su interpretación de tendencia al desarrollo es verdad, y que ésta correrá a cargo de los eventos, él cree que el argumento sólo será de interés (salvo en raras excepciones) para aquellos cuyo interés de clase esté de acuerdo con ello. Espera poco de la persuasión; todo de la guerra de clases. Está así comprometido en la práctica de la política de poder y en la doctrina de una clase dominante, aunque no de una raza maestra. Es verdad que como resultado de la revolución social, la división de clases se espera que desaparezca, dando lugar a una armonía política y económica. Pero esto es un ideal distante, como la segunda venida; en el entretiempo, hay guerra y dictadura, e insistencia en la ortodoxia ideológica.
La tercera sección de opinión moderna, representada políticamente por nazis y fascistas, difiere filosóficamente de las otras dos más profundamente que lo que difieren una de otra. Es anti racional y anti científico. Sus progenitores filosóficos son Rousseau, Fichte y Nietzsche. Hace énfasis en la voluntad, especialmente la voluntad de poder; se cree principalmente concentrada en ciertas razas e individuos que por lo tanto tienen el derecho a mandar.
Hasta Rousseau, el mundo filosófico había tenido unidad. Ésta ha desaparecido por este tiempo, pero quizás no por mucho. Puede ser recobrada por una reconquista racionalista de las mentes de los hombres, pero no en alguna otra manera, pues los reclamos de dominio sólo pueden engendrar contiendas.
Nieve
Extracto del capítulo “Nieve”, Montaña Mágica, Thomas Mann.
“¡Y ese problema de la aristocracia con su nobleza! Vida o muerte, enfermedad, salud, espíritu y naturaleza, ¿son contrarios? ¿Son eso problemas? No, no son problemas, y el problema de su nobleza no es un problema. Lo irrazonable de la muerte se desprende de la vida; si no, la vida no sería vida, y la posición del homo dei se halla en el centro, con la falta de razón y con la razón, de la misma manera que su posición está entre la comunidad mística y el individualismo inconsciente. Eso es lo que veo desde mi columna. En esta posición es preciso tener con uno mismo relaciones refinadas, galantes y amablemente respetuosas, pues uno solo es noble y los contrarios no lo son. El hombre es el dueño de las contradicciones, éstas existen gracias a él y, por consiguiente, es más noble que ellas. Más noble que la muerte, demasiado noble para ella, y ésa es la libertad de su cerebro. Más noble que la vida, demasiado noble para ella, y eso es la piedad de su corazón. He rimado un sueño poético sobre el hombre. Quiero acordarme, quiero ser bueno. ¡No quiero conceder a la muerte ningún poder “sobre mis pensamientos! Pues en eso consiste la bondad y la caridad, y en nada más. La muerte es una gran potencia. Uno se descubre y anda a paso rítmico sobre la punta de los pies, ante su proximidad. Lleva la golilla de ceremonia del pasado y se viste severamente de negro en su honor. La razón es tonta ante la muerte, pues no es nada más que virtud, mientras que la muerte es libertad, la falta de razón, la ausencia de forma y la voluptuosidad. La voluptuosidad, dice mi sueño, no el amor… ¡La muerte y el amor es una mala rima, un mal gusto, una falsedad! El amor hace frente a la muerte; él solo, no la virtud, es más fuerte que ello. Él solo, no la virtud, inspira buenos pensamientos. La forma también sólo está hecha de amor y de bondad, la forma y la civilización de una comunidad inteligente y amistosa, y de un bello listado humano —con el sobrentendido discreto de la escena sangrienta—. ¡Eso ha sido soñado con claridad y bien “gobernado”! Quiero reflexionar. Quiero conservar en mi corazón mi fe en la muerte, pero quiero acordarme claramente que la fidelidad a la muerte y al pasado no es más que vicio, voluptuosidad sombría e inhumana, cuando dirige nuestros pensamientos y nuestra conducta. El hombre no debe dejar que la muerte reine sobre sus pensamientos en nombre de la bondad y del amor. Y pensando esto, yo, Hans Castorp, el hijo mimado de la vida, me despierto…”
Bioy
“Yo adoro a las mujeres, pero las desenmascaro: son las anarquistas que dislocan la civilización.”
Adolfo Bioy Casares, “Ad Porcos, “Historias de amor.”
Kant
“Se preocupa poco de los juicios ajenos, de lo que otros tienen por bueno o verdadero; se apoya sólo en su propia opinión [Selbstdenken] […] La veracidad es sublime, y él odia la mentira y fingimientos. Siente con viveza la dignidad de la naturaleza humana. Se estima a sí mismo y tiene a un hombre por una criatura que merece respeto. No sufre sumisión abyecta, y su noble pecho respira libertad. Toda suerte de cadenas le son odiosas, desde las doradas que en la corte se arrastran hasta los pesados hierros del galeote. Es un rígido juez de sí mismo y de los demás, y a menudo siente disgusto de sí mismo y del mundo. […] Está en peligro de convertirse en un fanático o un chiflado.”
Observaciones sobre lo bello y lo sublime. I.K
Le cimetière marin
Le cimetière marin
Paul Valéry
Ce toit tranquille, où marchent des colombes,
Entre les pins palpite, entre les tombes;
Midi le juste y compose de feux
La mer, la mer, toujours recommencee
O récompense après une pensée
Qu’un long regard sur le calme des dieux!
Quel pur travail de fins éclairs consume
Maint diamant d’imperceptible écume,
Et quelle paix semble se concevoir!
Quand sur l’abîme un soleil se repose,
Ouvrages purs d’une éternelle cause,
Le temps scintille et le songe est savoir.
Stable trésor, temple simple à Minerve,
Masse de calme, et visible réserve,
Eau sourcilleuse, Oeil qui gardes en toi
Tant de sommeil sous une voile de flamme,
O mon silence! . . . Édifice dans l’ame,
Mais comble d’or aux mille tuiles, Toit!
Temple du Temps, qu’un seul soupir résume,
À ce point pur je monte et m’accoutume,
Tout entouré de mon regard marin;
Et comme aux dieux mon offrande suprême,
La scintillation sereine sème
Sur l’altitude un dédain souverain.
Comme le fruit se fond en jouissance,
Comme en délice il change son absence
Dans une bouche où sa forme se meurt,
Je hume ici ma future fumée,
Et le ciel chante à l’âme consumée
Le changement des rives en rumeur.
Beau ciel, vrai ciel, regarde-moi qui change!
Après tant d’orgueil, après tant d’étrange
Oisiveté, mais pleine de pouvoir,
Je m’abandonne à ce brillant espace,
Sur les maisons des morts mon ombre passe
Qui m’apprivoise à son frêle mouvoir.
L’âme exposée aux torches du solstice,
Je te soutiens, admirable justice
De la lumière aux armes sans pitié!
Je te tends pure à ta place première,
Regarde-toi! . . . Mais rendre la lumière
Suppose d’ombre une morne moitié.
O pour moi seul, à moi seul, en moi-même,
Auprès d’un coeur, aux sources du poème,
Entre le vide et l’événement pur,
J’attends l’écho de ma grandeur interne,
Amère, sombre, et sonore citerne,
Sonnant dans l’âme un creux toujours futur!
Sais-tu, fausse captive des feuillages,
Golfe mangeur de ces maigres grillages,
Sur mes yeux clos, secrets éblouissants,
Quel corps me traîne à sa fin paresseuse,
Quel front l’attire à cette terre osseuse?
Une étincelle y pense à mes absents.
Fermé, sacré, plein d’un feu sans matière,
Fragment terrestre offert à la lumière,
Ce lieu me plaît, dominé de flambeaux,
Composé d’or, de pierre et d’arbres sombres,
Où tant de marbre est tremblant sur tant d’ombres;
La mer fidèle y dort sur mes tombeaux!
Chienne splendide, écarte l’idolâtre!
Quand solitaire au sourire de pâtre,
Je pais longtemps, moutons mystérieux,
Le blanc troupeau de mes tranquilles tombes,
Éloignes-en les prudentes colombes,
Les songes vains, les anges curieux!
Ici venu, l’avenir est paresse.
L’insecte net gratte la sécheresse;
Tout est brûlé, défait, reçu dans l’air
A je ne sais quelle sévère essence . . .
La vie est vaste, étant ivre d’absence,
Et l’amertume est douce, et l’esprit clair.
Les morts cachés sont bien dans cette terre
Qui les réchauffe et sèche leur mystère.
Midi là-haut, Midi sans mouvement
En soi se pense et convient à soi-même
Tête complète et parfait diadème,
Je suis en toi le secret changement.
Tu n’as que moi pour contenir tes craintes!
Mes repentirs, mes doutes, mes contraintes
Sont le défaut de ton grand diamant! . . .
Mais dans leur nuit toute lourde de marbres,
Un peuple vague aux racines des arbres
A pris déjà ton parti lentement.
Ils ont fondu dans une absence épaisse,
L’argile rouge a bu la blanche espèce,
Le don de vivre a passé dans les fleurs!
Où sont des morts les phrases familières,
L’art personnel, les âmes singulières?
La larve file où se formaient les pleurs.
Les cris aigus des filles chatouillées,
Les yeux, les dents, les paupières mouillées,
Le sein charmant qui joue avec le feu,
Le sang qui brille aux lèvres qui se rendent,
Les derniers dons, les doigts qui les défendent,
Tout va sous terre et rentre dans le jeu!
Et vous, grande âme, espérez-vous un songe
Qui n’aura plus ces couleurs de mensonge
Qu’aux yeux de chair l’onde et l’or font ici?
Chanterez-vous quand serez vaporeuse?
Allez! Tout fuit! Ma présence est poreuse,
La sainte impatience meurt aussi!
Maigre immortalité noire et dorée,
Consolatrice affreusement laurée,
Qui de la mort fais un sein maternel,
Le beau mensonge et la pieuse ruse!
Qui ne connaît, et qui ne les refuse,
Ce crâne vide et ce rire éternel!
Pères profonds, têtes inhabitées,
Qui sous le poids de tant de pelletées,
Êtes la terre et confondez nos pas,
Le vrai rongeur, le ver irréfutable
N’est point pour vous qui dormez sous la table,
Il vit de vie, il ne me quitte pas!
Amour, peut-être, ou de moi-même haine?
Sa dent secrète est de moi si prochaine
Que tous les noms lui peuvent convenir!
Qu’importe! Il voit, il veut, il songe, il touche!
Ma chair lui plaît, et jusque sur ma couche,
À ce vivant je vis d’appartenir!
Zénon! Cruel Zénon! Zénon d’Êlée!
M’as-tu percé de cette flèche ailée
Qui vibre, vole, et qui ne vole pas!
Le son m’enfante et la flèche me tue!
Ah! le soleil . . . Quelle ombre de tortue
Pour l’âme, Achille immobile à grands pas!
Non, non! . . . Debout! Dans l’ère successive!
Brisez, mon corps, cette forme pensive!
Buvez, mon sein, la naissance du vent!
Une fraîcheur, de la mer exhalée,
Me rend mon âme . . . O puissance salée!
Courons à l’onde en rejaillir vivant.
Oui! grande mer de delires douée,
Peau de panthère et chlamyde trouée,
De mille et mille idoles du soleil,
Hydre absolue, ivre de ta chair bleue,
Qui te remords l’étincelante queue
Dans un tumulte au silence pareil
Le vent se lève! . . . il faut tenter de vivre!
L’air immense ouvre et referme mon livre,
La vague en poudre ose jaillir des rocs!
Envolez-vous, pages tout éblouies!
Rompez, vagues! Rompez d’eaux rejouies
Ce toit tranquille où picoraient des focs!
Los brahmanes y el león
Los brahmanes y el león
[Cuento. Texto completo.]
Anónimo hindú (Panchatantra, Siglo II ac)
En cierto pueblo había cuatro brahmanes que eran amigos. Tres habían alcanzado el confín de cuanto los hombres pueden saber, pero les faltaba cordura. El otro desdeñaba el saber; sólo tenía cordura. Un día se reunieron. ¿De qué sirven las prendas, dijeron, si no viajamos, si no logramos el favor de los reyes, si no ganamos dinero? Ante todo, viajemos.
Pero cuando habían recorrido un trecho, dijo el mayor:
-Uno de nosotros, el cuarto, es un simple, que no tiene más que cordura. Sin el saber, con mera cordura, nadie obtiene el favor de los reyes. Por consiguiente, no compartiremos con él nuestras ganancias. Que se vuelva a su casa.
El segundo dijo:
-Mi inteligente amigo, careces de sabiduría. Vuelve a tu casa.
El tercero dijo:
-Esta no es manera de proceder. Desde chicos hemos jugado juntos. Ven, mi noble amigo. Tú tendrás tu parte en nuestras ganancias.
Siguieron su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de ellos dijo:
-Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos. Aquí hay un animal muerto; resucitémoslo.
El primero dijo:
-Sé componer el esqueleto.
El segundo dijo:
-Puedo suministrar la piel, la carne y la sangre.
El tercero dijo:
-Sé darle vida.
El primero compuso el esqueleto, el segundo suministró la piel, la carne y la sangre. El ter-cero se disponía a infundir la vida, cuando el hombre cuerdo observó:
-Es un león. Si lo resucitan, nos va a matar a todos.
-Eres muy simple -dijo el otro-. No seré yo el que frustre la labor de la sabiduría.
-En tal caso -respondió el hombre cuerdo- aguarda que me suba a este árbol.
Cuando lo hubo hecho, resucitaron al león; éste se levantó y mató a los tres. El hombre cuerdo esperó a que se alejara el león para bajar del árbol y volver a su casa.
FIN
Russell
From his “History of Western Philosophy”
Chapter 4 (Heraclitus), page 47
“Two things are to be remembered: that a man whose opinions and theories are worth studying may be presumed to have had some intelligence, but that no man is likely to have arrived at complete and final truth on any subject whatever. When an intelligent man expresses a view which seems to us obviously absurd, we should not attempt to prove that it is somehow true, but we should try to understand how it ever came to “seem” true.”
Eudemonismo Constitucional
Ensayo publicado en la edición conmemorativa editada por el Gobierno del Estado de Michoacán por el bicentenario del “Decreto
Constitucional para la Libertad de la América Mexicana.”
Eudemonismo Constitucional
“Por mí, puede esperar sentado -dijo Parodi-. La gente de ahora no hace más que pedir que el gobierno le arregle todo. Ande usted pobre, y el gobierno tiene que darle un empleo; sufra un atraso en la salud, y el gobierno tiene que atenderlo en el hospital; deba una muerte, y en vez de expiarla por su cuenta, pida al gobierno que lo castigue. Usted dirá que yo no soy quién para hablar así, porque el Estado me mantiene. Pero yo sigo creyendo, señor, que el hombre, tiene que bastarse.
-Yo también lo creo señor Parodi – dijo Fang She-. Muchos hombres están muriendo en el mundo por defender esa creencia.”
Fragmento de “La Prolongada Busca de Tai an”, H. Bustos Domecq.
El Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana fue un documento inspirado en los esfuerzos revolucionarios provenientes de la Europa de finales del siglo XIX. Entre sus fuentes documentales encontramos la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787, Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793, las constituciones francesas de 1791 y 1793; el Estatuto de Bayona de 1808 y la Constitución de Cádiz de 1812. Si bien en un principio la conmemoración de éste parezca un hito exclusivo para académicos y políticos, el autor cree que el fervor que genera la comprensión de nuestra “razón histórica” crea un estado de ánimo favorable para estimular la reflexión filosófica en los mexicanos y especialmente en los michoacanos.
Al leer el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, el autor de este ensayo encontró los siguientes artículos:
Capítulo IV
Art. 18. Ley es la expresión de la voluntad general en orden a la felicidad común: esta expresión se enuncia por los actos emanados de la representación nacional.
Art. 20. La sumisión de un ciudadano a una ley que no aprueba, no es un comprometimiento de su razón ni de su libertad; es un sacrificio de la inteligencia particular a la voluntad general.
Capítulo V
Art. 24. La felicidad del pueblo y de cada uno de los ciudadanos, consiste en el goce de la igualdad, seguridad, propiedad y libertad. La íntegra conservación de estos derechos es el objeto de la institución de los gobiernos y el único fin de las asociaciones políticas.
Los cuales a su vez se inspiraron en el texto constitucional francés del 24 de Junio de 1793:
Article 1. – Le but de la société est le bonheur commun. Le gouvernement est institué pour garantir à l’homme la puissance de ses droits naturels et imprescriptibles.
Article 2. – Ces droits sont l’égalité, la liberté, la sûreté, la propriété._
Antes de verter las reflexiones sobre la relación que pueda haber entre un estado psíquico y la existencia de un sistema que garantiza la convivencia del hombre en sociedad, vale abrir un paréntesis lingüístico.
Revisando el texto constitucional francés, se lee el término “bonheur” (heur <- eür <- augurium) que traducido al español significa “felicidad”. Sin embargo, etimológicamente ambas tienen diferentes raíces; bonheur, proviene de la palabra augurium (derivado de bon eür), que significa presagio o “aumento de los dioses para realizar una empresa”, mientras que felicidad se deriva de “felicitas” que significa dicha o fertilidad. Debo remarcar esto, pues, en la redacción del documento de la “América Mexicana”, se efectuó la traducción de la palabra “bonheur” como “felicidad”, siendo respetable la misma, empero, “bonheur” tiene el sentido del concepto político “bien común”, en el sentido francés de “un interés general superior a los particulares” y no el del “estado emocional” de una sociedad. Menciono lo anterior, porque el lector al interpretar los artículos anteriormente citados, podría ilusionarse ante la lucidez filosófica de quienes redactaron el decreto constitucional al darle una aparente base eudemónica a un cuerpo legal, desgraciadamente, desde la perspectiva literaria, la innovación jurídico-filosófica no es más que un accidente semiótico.
Pero no se piense que el análisis de los artículos se agota aquí, es a partir del examen del contenido dogmático de los anteriores preceptos, que el lector encontrará un espacio para discurrir si la felicidad colectiva puede ser el fin del Estado.
Para su época, el artículo 24 del Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana fue una de las novedades entre los textos constitucionales que se esbozaban a la par en otros países. Una noble consideración de parte de los insurgentes, plasmar que la felicidad de un grupo consistía en el goce de cuatro derechos fundamentales, los cuales, en aquel tiempo, eran ideas irrealizables bajo el contexto político-histórico conocido por todos.
En el juego de las correspondencias o de la creación de metáforas, el concepto de felicidad ha sido definido en innumerables ocasiones, la mayoría de las veces, efectuando un irónico “eterno regreso”, al dualismo conductual que rige nuestro actuar sin diferenciación alguna respecto del resto de las especies. Ya 100 años antes de la redacción de las constituciones iluministas, se había definido la felicidad “en su grado máximo el más grande placer de que seamos capaces […]; y el mínimo, ese estado en que libres de todo dolor, se goza de un placer presente en grado de no poder satisfacernos con menos.” _ Siguiendo esta noción, la felicidad estaría sujeta al placer que produjesen los objetos en el hombre; entonces, de acuerdo con el texto de 1814, la felicidad del ciudadano se realizaría en el momento que éste fuese dueño de bienes (propiedad), en un entorno ajeno de actividades delictivas (seguridad), disfrutando de su voluntad (libertad) y sin prerrogativas de la autoridad hacia algunos miembros de la comunidad (igualdad); un escenario cercano a la realidad de muchos mexicanos desde la década de los años 50.
Si no bastase este ejemplo para evidenciar la inexistencia del vínculo entre un fenómeno psicológico y uno jurídico, al día de hoy, existe un gran número mexicanos cuyos derechos a la propiedad, igualdad, seguridad y libertad se encuentran garantizados y protegidos, y aun así, prevalece el sentir de una “infelicidad” colectiva. Remarco esto, ya que a través de estas inermes reflexiones, se llega al cuestionamiento sobre el objeto que debe tener una ley y lo que sucede cuando su contenido se “sale” de lo que el Derecho puede normar.
Un cuerpo legal, una carta magna, una constitución escrita, son fenómenos de carácter literario, como todo fenómeno literario la interpretación del lector puede apoyarse en diferentes métodos y fundamentos. Como fuente de conocimiento escrita, la constitución de un estado, de manera genérica, representa una fuente de conocimiento a priori, que mientras no se parangona con la interpretación de la realidad (la esfera social) misma, su asunción intelectiva puede satisfacer al ciudadano en cuanto al proyecto de una comunidad. No obstante la satisfacción teórica, se coloca en un letargo el habitante del estado cuya concepción de la ley se ejemplifica en la cita hecha por Friedrich Hegel de la Antígona de Sófocles:
“No de hoy ni de ayer, sino de siempre. Este derecho vive, y nadie sabe cuándo ha aparecido.” _
La ley busca convertirse en la descripción superior de lo que la realidad habrá de ser; sin embargo, esto sólo es el deseo imperioso del hombre quien ha necesitado de “divinizar” sus leyes para obligarse a modificar la realidad externa. Al “divinizar” las leyes, la sociedad sustituye a la figura de Dios, figura que explicó antropomórficamente los fenómenos de la naturaleza y figura que hoy conscientemente transforma su entorno. Esta circunstancia es descrita en los trabajos de Franz Kafka desde hace casi un siglo, según Hannah Arendt:
“Kafka depicted a society which had established itself as a substitute for God and he described men who looked upon the laws of society as though they were divine laws.” (Kafka representó una sociedad que se había establecido a sí misma como un substituto para Dios y él describió a los hombres que consideraban las leyes de la sociedad como si fueran leyes divinas.)_
Siendo o no un ciudadano formado en la ley, el hombre debe ser consciente del ámbito espacio-temporal que la ley afecta, y en el caso del Derecho, éste sólo impera en el marco del hombre y la realidad social, quien ha racionalmente subordinado sus intereses a los de la colectividad, sin sacrificar su libertad en dicho ejercicio. El Derecho Positivo (según Francisco Suárez) no debe mandar la realización de muchas virtudes, ni prohibir la comisión de actos inmorales, ni puede tampoco legislar sobre comportamientos internos, sobre el pensamiento, sobre los afectos. Pues las conductas que se consuman en la intimidad en nada se refieren a la paz, al orden, ni al bien común, ni la justicia. _ Este razonamiento diferencia al ciudadano del habitante común, ese habitante que imagina y personifica al estado en limitadas alegorías que no terminan por alcanzar a representar la idea de un sistema apoyándose en objetos de la cotidianeidad. Esto sucede porque no existe una descripción absoluta o por encima del resto de las ciencias, tendencia que proviene del razonamiento ético en el momento de crear las leyes, momento en el cual se les da un objeto o un fin que es la realización de un objeto metafísico (valor).
“No podemos escribir un libro científico cuya materia alcance a ser intrínsecamente sublime y de nivel superior a las restantes materias. Si un hombre pudiera escribir un libro sobre ética, este libro destruiría como una explosión, todos los demás libros del mundo. Es una paradoja que una experiencia, un hecho, parezca tener un valor sobrenatural.” _
Se debe considerar cambiar de postura ética, pues, los sistemas tradicionales regresan a establecer una estructura tripartita (hombre-valor-acción) homóloga a la lógica de un deísta, situación que conlleva a no superar el deseo de alcanzar un bien absoluto, y a su vez, fracasar en el intento de redactar una ley “superior” que garantice la existencia en plenitud del ciudadano.
“La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia. Lo que dice la ética no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento.” _
Se olvidó que en la Ética (como ciencia cuyo objeto son las normas) y en el Derecho como producto de la misma, Nicht vom Thun und Erfolg, sondern vom Wollen handelt es sich in der Ethik, und das Wollen selbst geht stets nur im Individuo vor. Nicht das Schicksal der Völker, welches nur in der Erscheinung da ist, sondern das des Einzelnen entscheidet sich moralisch. Die Völker sind eigentlich bloße Abstraktionen: die Individuen allein existieren wirklich _(no se trata del hacer y de los resultados, sino del querer, y el querer sólo se da en el individuo. No se decide moralmente el destino de los pueblos, que sólo existe en el fenómeno, sino el destino del individuo. Los pueblos son, en sentido estricto, simples abstracciones, únicamente los individuos existen realmente). _
Pero no es necesario ascender a un falso debate axiológico para clarificar el objeto de esta manifestación monológica, el aporte al que deseaba arribar es el siguiente: si la felicidad del individuo no depende de un ente superior, no veo razón para que sus demás estados de ánimo dependan igualmente de la existencia y acciones que este ente superior realice. El condicionamiento que tiene el ciudadano mexicano para con la figura del Estado en este naciente siglo XXI lo aleja de una circunstancia en que pueda concebirse como la flecha, el arco y el blanco de sus elucubraciones idílicas de lo que la sociedad atemporal deba ser. La ley lo que cambia, es la conducta del hombre, su conducta en sociedad, por lo tanto, no debe estar predispuesto a creer que cada acto de gobierno implica una agresión a la libertad ni a la conciencia de cada individuo. Interpretar los actos de gobierno en un estado alterado de conciencia aleja al ciudadano de la posibilidad de defender sus derechos desde su intelecto. Existe un automatismo reaccionario que sólo el pensamiento es capaz de disolver y que es necesario desaparecer para verdaderamente pensar en restablecer un Estado que satisfaga la condición básica del ser sin importar la época. No existe ninguna lucha hombre-Estado, pues el hombre hace al Estado y el Estado al hombre; pensar en la destrucción de uno u otro significaría cometer un ingenuo suicidio teórico.
La felicidad ha sido, es y seguirá siendo un móvil del actuar del “hombre que piensa”, su materia es la irrevocabilidad del pasado y la incertitud del futuro, materia de la que ha forjado sus sueños y de la que ha construido ese mundo que no termina de sentir como suyo. Ahora podría decir que vivimos en el mejor o en el peor de los mundos posibles, pero sólo cometería una falta en el uso del lenguaje, vivimos en el mundo que nos “tocó” y la única responsabilidad que tenemos con él, es dejar, al menos, las cosas como las recibimos; en paz y en equilibrio.
51. Felices los felices.
(Fragmentos de un Evangelio Apócrifo, Jorge Luis Borges)
Bismarck Izquierdo Rodríguez
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