Cultura Presidencial

Los Tigres de Arena

11 de julio del 2016

“Cultura presidencial”

“…me cuestiono si es real este Elíseo mexicano en el que vivo, pues la masa crítica desde hace décadas es más inteligente, más culta, menos viciosa y más lectora que quienes han detentado la Presidencia de México.”

Durante una conversación informal con unas compañeras de trabajo hace una semana, se expresaron opiniones sobre los imprevistos surgidos durante la visita del Presidente de la República en Canadá; se intercambiaron puntos de vista diversos, algunos interesantes, otros, un tanto pasionales, sin embargo, me llamó la atención —y lo externé cuando me tocó hablar— que en esta época hayamos sobajado tanto la figura presidencial sin importar quien personifique el Poder Ejecutivo federal. Muchos aducirán que esto se lo ha ganado —y con sumos méritos— no sólo el Presidente sino todo el grupo que encabeza la el gabinete federal, empero, antes de comenzar a lanzar los improperios en solidaridad con los libertadores, me tuve que retraer y realizar una veloz retrospectiva para intentar dar con uno de muchos motivos por los cuales “la voz del pueblo” tiene más de una década en contra del sistema presidencialista, porque ahora el sentido de lo absurdo mexicano postula que lo pírrico y lo deleznable emana de los actos de la clase política; es decir, el político hoy es quien no lo es. Atestiguamos de manera pasiva cómo la mundanidad debe modelar el sistema y adaptarlo a los hábitos de la vida cotidiana.
En primera instancia, no puede uno quedarse satisfecho con la justificación a la catástrofe política en turno, la cual postula que es derivada del voto irracional que sexenalmente emiten los mexicanos. Esta tragedia cíclica tiene un trasfondo que nos lleva hasta cuestionar la formación de la cultura democrática en los mexicanos. ¿Por qué en cada elección presidencial en lugar de vernos motivados por escoger entre múltiples y brillantes opciones, resulta que nos vemos acorralados y desolados por el temor que infunden los sátrapas que buscan ejercer el Poder? Porque desde las raíces de nuestros hábitos y por efecto del desdén que impera en para con los asuntos “de la República”, se ha configurado un escalafón donde los más incompetentes, menos aptos y más “ilustres” ignotos alcanzan posiciones importantes en el sistema político mexicano.
En mi caso, jamás he tenido problemas con alguna figura de autoridad o en el Poder, puesto que fui formado por decentes programas cívicos —los cuales considero aún muy ejemplares— que me enseñaron a que debo aceptar y respetar a quien sea “mi” Presidente de la República o “mi” Gobernador —sumando a esto mi formación en Derecho—; por lo tanto, acepto y acato las reglas, y, en caso de oponerme algún día a éstas, conozco las vías civilizadas (jurídicas) para tomar una postura.
Veo que día a día —desde la administración zedillista— enfermizamente se pierde demasiado tiempo atacando a los Presidentes, y me cuestiono si es real este Elíseo mexicano en el que vivo, pues la masa crítica desde hace décadas es más inteligente, más culta, menos viciosa y más lectora que quienes han detentado la Presidencia de México.
Al punto al que deseo arribar es que mi lectura del comportamiento político de la población me “habla mal” de la cultura y de la educación que ésta ha tenido. “Desde fuera” me parece vergonzoso que se haya llegado a un extremo en el cual pisoteemos la figura que más sangre costó a nuestra Nación; al negar y enfrentar a los Presidentes, negamos y enfrentamos la Historia de nuestro país, esto, cumpliendo con la alegoría de plantar la semilla de nuestra propia destrucción como Estado moderno.
Sí, se deben realizar muchos cambios aún al sistema, sin embargo, primero debemos cambiar nuestra postura sobre cómo participar en el fenómeno político para impulsar a los entes más lúcidos para ocupar los puestos más importantes de nuestra estructura gubernativa. Que el desdén y el rechazo se den en contra de la injuria y la diatriba para lograr reavivar en nuestros cogeneracionales la esperanza y orgullo de vivir en este México, y así, finalmente establecer una admirable cultura democrática.

Maniqueísmo de Estado

Los Tigres de Arena

4 de Julio del 2016

“Maniqueísmo de Estado”

“Nazismo, fascismo, represión, invitaciones a la disidencia, dictadura y muchos otros términos han emergido del léxico militante con la perversa mas inútil intención de convertir una vez más la tragedia en boga en su Mayo del 68.”

Como ha venido acostumbrando el gobierno federal a sus gobernados, cada año debe haber algún suceso —provocado o no por el Estado— que polariza y divide la opinión pública; y en este 2016, para alimentar el repudio fanático de cierto sector radical, tras definir e implementar las acciones que buscan solucionar el conflicto con la CNTE, la sociedad mexicana en sus ratos de ocio ha tomado postura y se ha dividido en defensores y detractores del movimiento que según algunos refleja la “la realidad del país en llamas”. Haciendo una pequeña retrospectiva de lo que han sido los cuatro años de ejercicio del poder de nuestro actual Presidente de la República, encuentro que esa lectura de la realidad popular ha sido la misma, sin importar los aciertos y los sinsabores que nuestra actual clase gobernante nos ha brindado.
Mientras la clase crítica se mantiene en una falsa dinámica dialéctica, el sector militante por ambos bandos lanza interpretaciones absurdas sobre lo que sucede, yéndose a extremos tan hilarantes como desafortunados. Considero que una regla básica cuando se pretende ser analista o cuando se cree que la opinión de uno vale más que la del resto —y por más que uno incansablemente la difunda—, es, la de no homologar o colocar al mismo nivel dos sucesos históricos con causas completamente diferentes aunque en apariencia se unan por desencadenar efectos similares.
Durante las últimas semanas, se ha exagerado y tergiversado la descripción del caso Nochixtlán, habiendo algunos sofistas que se atreven a comparar la cuestionada respuesta oficial a este conflicto con casos de auténtico terrorismo de Estado, el cual dista mucho de retratar lo que verdaderamente sucede en aquella región junto con sus efectos en la vida pública. Nazismo, fascismo, represión, invitaciones a la disidencia, dictadura y muchos otros términos han emergido del léxico militante con la perversa mas inútil intención de convertir nuevamente la tragedia en boga en su Mayo del 68.
El efímero dualismo que ha surgido a partir de este suceso presenta su mayor debilidad —desde ambos bandos— a través de las personas que pasionalmente llaman a la concientización y a tomar de postura respecto de algo en lo que nos guste o no estamos al margen, puesto que este accidente de la Reforma Educativa se debió suscitar previo la aprobación de la misma. Esta reforma fue analizada y promulgada por los representantes populares, es decir, una fracción de éstos por lo menos debió defender y exponer las inquietudes del magisterio y, seguramente lo hicieron, sin embargo, en el marco de la legalidad la reforma educativa concluyó su proceso legislativo, por lo tanto, lo que a esta altura es inaceptable es la negación y la contravención de nuestros propios ordenamientos. Sintéticamente, en el desarrollo de un fenómeno tan complejo como éste , no podemos tolerar que hoy se plante una minoría que por la vía de la violencia nos diga: “no, siempre no quiero y haz como te plazca”.
En lo personal, entre las consecuencias que se desprendieron de este conflicto magisterial para reflexión de la colectividad, destaca la de aceptar el espejismo de que somos una sociedad sensata y civilizada; las reacciones y el tratamiento que se ha dado de este asunto —derivado de cómo se reacciona desde hace décadas cuando se lacera nuestra “mexicanidad”— deja una vez más mucho que desear y no se ve que la voz de la cordura se alce para fijar una postura desde la cual —en caso de desearse— se logre tener injerencia y se coadyuve a remendar lo desgarrado.
Por último, insisto, no hay punto de comparación entre ejercer una de las atribuciones que tiene el Estado para garantizar la seguridad de la población y los actos terroristas de cualquier naturaleza; yo no veo relación alguna entre lo hecho por la Policía Federal en Oaxaca con lo perpetrado por los villanos del ISIS en Turquía y en Iraq esta semana, y sí, existe el perspectivismo, pero por encima de ello siempre habrá de prevalecer el uso del criterio y el sentido común.

Tribunal del Escarnio

Los Tigres de Arena
28 de junio del 2016
“Tribunal del Escarnio”

“La imbecilidad organizada (Marías) que hoy ya ha conseguido categorizarse impera en el microcosmos de las redes sociales. En éstas además prolifera un inconformismo tan cursi como patológico que coloca al usuario promedio diariamente en el confesionario y donde cada una de sus acciones lucha por la simpatía de quienes viven atrapados en la mundanidad.”

Originalmente, las redes sociales se habían concebido bajo la innovadora teoría de hacer prácticamente instantánea la comunicación entre las personas que habitan este planeta, destruyendo los límites físicos y creando vínculos duraderos entre los habitantes de los cinco continentes. De hecho, así fue durante los primeros años, se dieron millones de reencuentros entre amigos y familiares quienes por la distancia no eran capaces de procurar sus lazos de amistad e inicialmente la “publicidad de la intimidad” que dio Facebook y Twitter revivió relaciones que se encontraban ya sepultadas. Sin embargo, en menos de una década la conversión social que provocó la revolución de las redes sociales deformó el ejercicio social y los hábitos de la vida cotidiana, generando en el usuario promedio de éstas la sensación de estar siendo observado las 24 horas por un tribunal sin cabezas aparentes cuyos juicios y sentencias han terminado por trastocar su identidad. En un lenguaje llano, en menos de una década la generación que incorporó a su vida el hábito de uso de las redes sociales, terminó inclinando sus decisiones, convicciones e ideales en torno a la visión de la aldea engañosamente apolítica y siempre caritativa. El usuario común y corriente se ha sumado a grupos y colectivos que dicen pertenecer a una nueva clase social anti-sistema la cual se ocupa de los problemas más nimios, atentando mediante el desdén, la ocurrencia y la inmediatez a la ruptura de los modelos sociales y democráticos según sea el caso. El microverso de las redes sociales y la masa que se desarrolla en éste se ha constituido en una clase de tribunal que inquiere, denuncia y persigue a los blasfemos que pervierten a la colectividad por su demostración de autonomía, autenticidad y sentido común cuando éstos alzan la voz con miras a detener cualquier promoción de odio colectivo o intolerancia. Normalmente a esta clase de contados individuos, el tribunal cuando los detecta y se siente amenazado por la corrupción ideológica derivada de la sensatez que llegan a imponer, procede a la inmediata desaparición de los mismos—extrañamente contraponiéndose su comportamiento a sus ideales—, iniciando campañas de desprestigio, ataques, ofensas y buscando siempre aislar al congruente para no encontrar medios que le permitan defenderse del escarnio y la humillación. Suena más dramático de lo que realmente es, ya que en la practica el sentido común y una buena argumentación se imponen sin el más mínimo apasionamiento ni afán de herir, empero, queda siempre en los conatos de debates y polémicas la sensación de haber sido derrotado por haber descendido al nivel del intolerante y fanático. Espero que algún día los decanos y expertos que generosamente vierten y comparten desinteresadamente sus análisis profundos y opiniones aforísticas se animen a participar en alguna dinámica política puesto que sus proyectos de ciudades, estados y naciones por dignidad no deberían quedarse al margen de la aprobación sectaria y familiar. Valorémoslos, ya que no será durante mucho tiempo que estos sujetos nos sigan guiando para saber qué es lo que no queremos y sigamos acertando en nuestras decisiones personales a partir del gran ejemplo que nos brindan con sus gritos y exhortos; agradezcámosles y aplaudamos su compromiso.

“El Único”

Los Tigres de Arena
21 de Junio de 2016
“El Único”

“Es decir, y creo que la belleza es común también; es absurdo suponer que la belleza es sólo algo que han logrado algunos espíritus, algo sólo logrado, no sé, por Shakespeare, por Dante, por Hugo. Yo creo que no. Creo que continuamente la gente alcanza la belleza. Creo que si se perdieran todos los libros, bueno, volveríamos a reescribirlos. Es decir, creo que la belleza y la felicidad son hechos comunes y cada día, bueno, hemos estado quizá́ muchas veces en el infierno pero alguna vez en el cielo también. Muchísimas gracias.
Fragmento de “Borges en Diálogo sobre el Budismo”.

Se cumplieron 30 años del fallecimiento de Jorge Luis Borges (14 de junio de 1986, en Ginebra, Suiza), también, han pasado ya casi 5 años desde que en diciembre de 2011 me enclaustré para leer casi la totalidad de la obra del escritor que sigue enseñando a los aficionados y profesionales de las letras hispánicas que la universalidad de una obra no depende de la lengua que la soporte; Borges y su dominio del Español atrajo la mirada de la civilización occidental hacia Latinoamérica en una época donde ésta era considerada un bastión de la demagogia y la sombra dictatorial. El maestro Borges, ese bachiller introvertido del liceo Jean Calvin de Ginebra, consiguió elevar a la lengua española durante las décadas más turbulentas del siglo XX, sembrando en la todavía afrancesada Cultura de Occidente una curiosidad por aquellas tierras en las que sólo se percibían las revoluciones y los golpes de Estado como las manifestaciones culturales por antonomasia.
Antes de comenzar, debo obviar, de manera extraordinaria, que este ejercicio de redacción no es más que una introspección y un anacronismo a través del cual busco responderme qué ha sido de mí antes y después de leer, vivir, sentir y regresar una y otra vez a la obra de Jorge Luis Borges.
La primera vez que lo leí, a sugerencia de uno de mis mejores amigos, tomé directamente el relato de “El Inmortal”, sin conocimiento previo sobre quién era ese autor de impronunciable apellido para cierto anodino ex presidente de México y que hasta ese momento no figuraba en mi panteón filosófico-literario.

“La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso.” (fragmento de “El Inmortal”)

Pasajes como estos me envolvieron y reconfiguraron mi manera de leer e interpretar la realidad y la Literatura. Tardé más o menos media hora en concluir su lectura, el efecto posterior aún lo tengo finamente impreso, la dicha sempiterna de haberme colocado por primera vez ante la perfección literaria. Releí un par de veces más el cuento y supe que esto sería un encantamiento para toda la vida.
Tras mi experiencia con “El Inmortal”, no tardé ni una semana en ir a comprar un par de ediciones de bolsillo de “Ficciones” y “El Aleph” para así sustanciar uno de los acontecimientos capitales de mi vida. Permanece como un recuerdo muy vívido en mi memoria aquel instante en que repasé por primera vez la descripción del objeto conjetural que Borges observa en casa de Carlos Argentino Daneri. Todos los días, desde aquel significativo encuentro con el Aleph, al menos durante algunos minutos de mi vida cotidiana, procuro recordar unas cuantas de las aproximadamente 50 imágenes que Borges ve recostado sobre el decimonoveno escalón de la escalera que lleva al sótano de la casa de Argentino Daneri.

“Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca?”

La mía fue condenada a impresionarme cada vez que vuelve a “ver” la circulación de mi oscura sangre, en Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, el engranaje del amor y la modificación de la muerte. Sin importar el lector en turno, creo que la sensación de infinita veneración e infinita lástima se sigue transmitiendo allende las culturas y los credos.
Y así, dediqué un año de manera obsesiva a hacerme de los trabajos, ensayos, obra poética, biografías, relatos en coautoría, traducciones y antologías de quien abrió el camino y fue el maestro de todo aquellos que a mediados de los años 60 deslumbraron y extrañamente fueron relacionados al concepto de una explosión y espontaneidad. Su figura hasta nuestros días no ha perdido vigencia y así como se dice en filosofía que cada generación se conformará según la interpretación que haga de Hegel, en los territorios que abarca el español de América, las generaciones de lectores y escritores se definirán a partir del lugar que le den a Borges entre sus referentes. Como la mayoría de los genios de todas las horas, su veneración o su repudio dará forma a los cánones a partir de los cuales las generaciones se basarán para apreciar el valor de las obras que produzcan. Al día de hoy, su indiscutible influencia sigue siendo tema de conversación y por más que existen funestos personajes que si tuvieran la oportunidad destruirían su obra por no poder asumir la brillantez de una conciencia total, Borges sigue sobreviviendo a sus detractores; todo gracias a su única defensa: la interminable lectura y discusión de su legado literario.
A nivel personal, ¿qué me ha dejado Borges?, ¿qué recuerdos gratos guardo y reviso en el cautiverio de mi soledad al regresar a sus cuentos, poemas y ensayos? Han pasado ya cinco años de lecturas y algunas se arraigaron más que otras al fundirse con mis más intensas vivencias; quién iba a pensar que Borges infundiría pasiones en un lector. Citando a Paz, día a día reafirmo esa “experiencia mística” de entender y asumir que su literatura tiene un tema único: el tiempo y sus renovadas y estériles tentativas por abolirlo. En un fugaz repaso, me vienen a la mente relatos como El Congreso, El Libro de Arena, Los Tigres Azules —sí, haga usted la relación de conceptos y deduzca el origen del título de esta columna—, La Memoria de Shakespeare, Ulrica; ensayos como “Historia de la Eternidad”, “Nueva Refutación sobre el Tiempo”, “La Esfera de Pascal”; poemas como los Fragmentos de un Evangelio Apócrifo, Cambridge, Inscripción en Cualquier Sepulcro, Spinoza, Everness, El Gólem, Las Mil y una Noches, Elogio de la Sombra, No eres los otros o el Ápice; y por qué no, también sus cartas a Estela Canto; en unos cuantos minutos emergen de mi inconsciente este cúmulo de textos interpretados que ya son parte de mi identidad.
30 años han pasado ya desde que Borges dejó este mundo, 25 desde que pisó Morelia; no hay nada de profundo o divino en ello, sólo pensé y creí que ésta era una buena oportunidad para recordar a quien iluminó mi juventud, cumpliendo alegóricamente con ese peculiar fenómeno de mirar al cielo y percibir la intensidad de la luz de las estrellas que ya han muerto. Pasarán años, lustros y décadas, y no importa en qué periodo de mi vida regrese a él, hasta el momento en que deje de leer, para mí, Jorge Luis Borges jamás dejará de ser el Único.

“Juventud, Política, y Desdén.”

Tigres de Arena
“Juventud, Política, y Desdén.”
14 de junio del 2016
“Si bien la generación “Y” no tiene interés en involucrarse en el fenómeno político de nuestro país, esto no implica que se deba atentar contra la cultura de la democracia o el rompimiento con las formas de convivencia en sociedad.”
Enrique Krauze durante esta semana publicó en su espacio del diario Reforma su opinión acerca de la generación “Y” o llamada coloquialmente “millennial” —de acuerdo al extranjerismo—, a la cual “le preocupa el calentamiento global, el terrorismo, las migraciones, la desigualdad rampante entre billonarios y pobres; en pocas palabras, la destrucción del planeta”, y a la que el tiempo alcanzará sin haber formado una clase gobernante con el nivel suficiente para responsabilizarse por la nación.
La animadversión de la ya no tan joven generación del milenio hacia lo que interpretan como “la Política” y el ejercicio del Poder se muestra como un elemento de cohesión entre los miembros de ésta, inclinándose por tener una posición satelital a lo que sucede en la vida pública y refugiándose en una dinámica de desprecio y desdén en torno a lo que la vivir en sociedad significa.
Esta generación recibió tanto activa como pasivamente la herencia de una identidad política en la que durante su ciclo de maduración ha debido cotejar su lectura de la realidad con los hechos históricos. Se vivió la transición democrática del país durante una etapa de formación de convicciones y se vive una etapa de definición donde más que defender la benevolencia o la malignidad de los partidos políticos, se está en un proceso de decidir sobre si valdrá la pena sostener el sistema que se ha recibido. Todo esto, bajo la mirada perversa de algunos falsos profetas y demagogos que predican con la destrucción y resurrección del sistema corroído por la mafia que según ellos nunca ha dejado de manejarlo.
Sin afán de justificar a persona alguna, durante los últimos quince años ha sido complicado encontrar un arquetipo de estabilidad y progreso; destellos e hitos históricos, así como fracasos e ignominias a nivel colectivo e individual las han representado cabalmente el PRI, PAN y PRD y sus secuelas. A pesar o gracias a ello no se debe olvidar que la Política no es más que un medio en sí misma. Al menos yo desde hace unos cinco años, descreo del patriotismo institucional, del mesianismo conservador y de las cenizas marxistas, y no obstante esto, respeto y acepto que en nuestro sistema aún debe ser a través de estas instituciones que una persona tenga acceso a un peldaño desde el cual modificar su entorno social.
A diferencia del maestro Krauze, más que esperar que surja un movimiento como Podemos o Ciudadanos en México —en razón de la ingenua inconformidad juvenil y discurso adánico con el que se visten—, la clave para el surgimiento de la élite política de esta generación “Y” de la que tanto se espera dependerá de la asunción que ésta haga de la noción sobre cómo un Estado moderno debe funcionar. Debo recordar que esta generación en particular recibió una educación apolítica y ha tenido la ventaja de establecer sus basamentos ideológicos; espero que los frutos de esta autonomía se reflejen paulatinamente y se consoliden en un cisma cuyas consecuencias materialicen los anhelos de quienes desde la caída del socialismo recibieron la encomienda de ser el Futuro. Se ha dado la transición de la potencialidad a la realidad y no hay ignorancia en la cual refugiarse.
Finalmente, en su artículo Enrique Krauze hace un llamado a esta generación y pide que la adolescencia no se prolongue más, llegó el tiempo en que esa inventiva y aire de renovación se enfoque en terminar de construir esa casa que nos heredó, por admiración y respeto a quiénes sí lucharon y defendieron sus ideas, tenemos la obligación de confirmar que estos esfuerzos no fueron en vano. Sí, hay un edificio de corrupción e impunidad aún por derrumbar pero primero hay que sacudirnos el letargo y la somnolencia para así tomar la responsabilidad que nos está llamando, el ejercicio del poder está contemplado para las mentes más destacadas de una época, sin importar la corriente que se abrace, sólo nos queda alzar la mano y comenzar a definir lo que seremos.

La Inutilidad de la Publicidad

Los Tigres de Arena
“La Inutilidad de la Publicidad”
07 de Junio del 2016.

“Las personas han perdido la noción del comportamiento que deben externar, viviendo la cotidianidad a manera de seudo celebridades con la obsesión de tener que expresar su visión auténtica de las cosas.”

San Francisco de Asís entre el cuerpo de ideas que dejó para la posteridad, expresó que él quería vivir como si lo estuvieran viendo todos los hombres, que si le tenían por santo y no vivía como tal, era un hipócrita. Al parecer, en nuestra época algo similar sucede con el comportamiento de las nuevas generaciones, dado el alcance que ha tenido el uso de las redes sociales, rompiendo las barreras de la intimidad y del individuo y deformando las conductas del ciudadano promedio hasta transformarle en un remedo de conductor de televisión de los años ochenta. Los gestos, los ademanes, la impostación de la voz, los comentarios vacuos y la indignación patológica se ha impregnado en el actuar de las personas quienes se miran a sí mismas desde el punto de vista de un tercero, buscando perpetuarse en un instante mediante ocurrencias o desplantes.

Se tenga o no el estatus de figura pública —y aunque uno se lo pueda dar con un par de clics en Facebook—, actualmente las personas se comportan como lo que en filosofía contemporánea se habría clasificado como “inauténtico” o “actuar en mala fe”, pues las acciones, creencias y expresiones que desarrollan tienen su origen en lo que escuchan —y no razonan— o lo que está generalmente aceptado y definido por la mayoría. Lo delicado de esto es la inversión que se está dando, ya que ahora debe ser la intimidad la que se adapte o sea congruente con lo que se muestra al mundo artificialmente, algo así como volvernos nuestros propios títeres o caricaturas pues deseamos encarnar algún idilio efímero y convertirnos durante minutos en referente del resto a costa de nuestra identidad.

El gran problema del alcance público que cualquier ser humano puede tener, es, la equiparación de nimiedades al de tesis de grado, colocando en un mismo escalón a un charlatán y a un premio Nobel —parafraseando a Eco—. Habrá de darse pronto cuenta la población que el talento y el genio se cultivan en la privacidad y hacer presencia pública sólo sirve para medir cómo se han hecho las cosas hasta ahora y reafirmar la dirección que se sigue. Esto no debe tomar más de un par de horas a la semana, manteniendo el enfoque y la concentración en lo que cada uno ha elegido como vocación distintiva.

Por último, también veo una errónea concepción sobre la relación que hay entre la verdad y la publicidad de los actos, se ha llegado al ridículo de hacer de las redes sociales un tribunal donde si no se tiene parte de los actos éstos simplemente no sucedieron. Al menos hasta donde yo tengo entendido es en el campo del Derecho donde la “verdad” se constituye a partir del carácter público de los actos y de los hechos.

Sólo me queda decir que ojalá pronto las personas abandonen esta dinámica de sentirse celebridades o actuar como si siempre estuviesen observadas, de verdad cansa mucho tener que convivir con esta gente, espero no condenen ni sepulten las reuniones de amigos ni las familiares por su enfermiza necesidad de atención.

“Resentimiento por el éxito”

Los Tigres de Arena
“Resentimiento por el éxito”
31 de mayo del 2016
“Un mal de todas las épocas, el negarse a aceptar y enaltecer los destellos de algún cogeneracional; más cómodo es callar o falsear sus méritos que intentar emularlos.”
En esta semana, he estado reflexionando acerca de lo que ha sido de mis amigos que conocí en la preparatoria y otros más de la universidad. La mayoría de ellos —para orgullo mío— están destacando en actividades diversas tanto en el sector público como en el privado, marcando un ejemplo para las generaciones venideras en el umbral de su tercera década de vida. En mi caso, simpatice o no con los casos dignos de difundir, creo que en estos tiempos —al menos por sanidad social y mental— invariablemente estamos obligados a compartir y reconocer a las personas que se desarrollen notablemente y honrarles emulándolos, sin embargo, lo que sucede en la realidad, es todo lo contrario, el triunfo individual no debe deslumbrar los ojos de la medianía puesto que la “agresión” jamás será olvidada. Es irrisorio que en estos tiempos el éxito provoque más enemistades que las divergencias de corte político. El concepto de éste varía según el nivel cultural de los individuos; algunos pueden ligarlo a un resultado material y otros a una proeza moral o realización de un idilio. Comprar un automóvil o una casa, viajar al extranjero, alcanzar el matrimonio, leer una novela monumental, escribir un libro, obtener un puesto directivo, volverse “político” o celebridad, entre muchas otras circunstancias, engloban lo que una persona que vivirá 80 años coloca como su máxima por lograr, al menos en la vida cotidiana. Respecto a lo “inefable”, también la gente tiende a sentir el éxito cuando experimenta la felicidad, la paz, el amor o la dicha, sensaciones que siempre ponen en cuestión cualquier dogma o guion preestablecido para con lo que una buena vida ha de ser. No obstante todo lo anterior, consumar un triunfo en el decurso de nuestra vida, habrá de cohesionar a un grupo de personas para impedir su repetición en lugar de originar actos análogos a éste, pero bueno, sería monótona la vida sin envidias ni enemigos. Muy en el fondo, sigo creyendo que aquello que odian los resentidos, es, la autonomía personal, la posibilidad de hacerse un camino propio al margen de las suposiciones y fórmulas genéricamente aceptadas que han de asegurar una buena vida.
@eisenbismarck

Zaherir con tinta…

Los Tigres de Arena
“Zaherir con tinta…”
23 de mayo del 2016

“Zaherir con tinta es una purga inútil pero compensatoria para el ánimo.”
(Insultar presidentes, el Universal, 19 de enero de 2016, Guillermo Sheridan)

Guillermo Sheridan cita algunos fragmentos de cartas en las que Octavio Paz y Carlos Fuentes “insultan” a los presidentes de su época –Díaz Ordaz y Echeverría– en el marco de las secuelas que dejó el conflicto del 68, y, quienes a su manera y ya gozando de la autoridad y fama generada por su obra, no dejan de ceder al desahogo de lanzar algunos improperios hacia la figura presidencial de aquel entonces. Estas anécdotas me hicieron pensar que un falso elemento de cohesión entre las anteriores y las actuales generaciones es, precisamente, el acto de ofender a las figuras públicas del nivel jerárquico de un Secretario de Estado y el Presidente de la República.
Comprendo que el formular descalificaciones de manera verbal o escrita es una forma de desahogarse y hacer partícipe del resto del mundo nuestra frustración y desesperación, empero, los niveles de odio y agresión que hoy se ven en las redes sociales y en las calles, así como la retahíla de sandeces y ocurrencias que a diario uno al menos se ve obligado a digerir me generan preocupación y un poco de lástima, dado el tiempo personal que a diario el habitante de este país invierte a la cultura del desdén. Me sorprendo por el hecho que desde que se institucionalizó este país, decenas de millones de personas habrían sido mejores, más audaces y más sagaces actores políticos que toda la lista de “funestos” personajes que han conformado la clase dirigente que domina nuestro sistema de gobierno. A un grado casi patológico, se cumple con aquel aforismo decía que el mexicano perdona al que roba pero jamás al que triunfa y día a día corroboro esto no sólo en el ámbito gubernamental sino también en los sucesos de la cotidianidad. He escuchado cientos de relatos de entes “superiores” que fueron mejores que la figura popular en turno pero que por azares y decisiones personales prefirieron magnánimamente ceder el lugar a quienes brillantemente encarnan y representan a diversos sectores de la sociedad, sean estos políticos, empresarios, académicos, artistas, deportistas o activistas. Resulta que hay allí afuera miles de personas con enorme potencial y autoridad para cambiar las cosas y mientras no se les dé un espacio u oportunidad para ejercer Poder, habremos de temer y nos habremos de someter a su sentencioso juicio cíclicamente hasta no verles adecuando la realidad a sus convicciones sin importar los medios.
Siempre he sentido animadversión y tirria hacia la gente que hace de la ocurrencia y el insulto una herramienta de activismo político. Ver que sectores numerosos en México se mueven y crean contenidos en torno a esto, me hace dudar de su verdadera “edad mental”, el parangón que se ajustaría a esta conducta sería el actuar de un adolescente: cuestionar y refutar todo sin sentido ni razón.
Ojalá que esto cambie en el futuro próximo, ultimadamente, el tiempo perdido en el ejercicio de zaherir es irrecuperable no obstante el sentido terapéutico que uno le quiera encontrar. En mi caso, prefiero ignorar y omitir pronunciarme a través de insulto, si uno va a tomar posición, existen los medios de difusión y legales para hacerlo profesionalmente, quien pueda sostener un intercambio dialéctico y por escrito, que lo haga; las grandes culturas democráticas se han forjado gracias a esto, y la nuestra, debería reconsiderarlo si de verdad desea modificar su circunstancia.

Generación de la Ilusión

Los Tigres de Arena
“Generación de la Ilusión”
16 de mayo del 2016

“No sé, seguramente debo esperar a los jóvenes de 40 años a que por fin logren transformar México, Latinoamérica o el África Central; la revolución de la desilusión es la que triunfó y hoy México sufre por una generación indolente y huérfana de identidad e ideología.”

Durante las últimas semanas, Enrique Krauze ha dedicado sus entradas en Letras Libres a analizar las generaciones que han “hecho” la Historia de México. Él, siguiendo un método propuesto por Julián Marías, divide a las generaciones por 15 años, señalando 4 “momentos”: la creación, la conservación, la crítica y la ruptura; cubriendo así casi un siglo. Periódicamente estará publicando su análisis sobre cada una de las generaciones que ha albergado México hasta llegar a la Generación Y (1980-1995) —a la cual pertenezco— y misma que recibe día a día más miradas por el protagonismo que está llamada a obtener.

Previo al análisis o visión del maestro Krauze, creo que el primero que debería “desde fuera” ensayar una descripción de este “prisma” social soy yo, en primer lugar porque pertenezco a este colectivo, y segundo, porque actualmente se tiene una expectativa grande por la hipotética inserción mis coetáneos en las esferas de poder ya sea en el sector público y en el privado indistintamente.

Siempre he recalcado que mis cogeneracionales son muy afortunados porque recibieron la oportunidad de disfrutar del patrimonio de sus padres, de vivir una época sin grandes conflictos sociales o bélicos, y sobre todo, de un escenario proclive para desarrollarse intelectualmente como nunca se vio, ya que ha sido una generación que no debió luchar ni alternar con un trabajo para sacar adelante sus estudios o sus vocaciones. En teoría, el tiempo personal que esta generación ha invertido debería haber arrojado una clase compuesta por individuos excelsos que hoy sin tomar en cuenta si tienen 20, 25 o 30 años, ya debería haber “arrebatado” el liderazgo y el control de las actividades que se desarrollan en nuestro sistema político. Sin embargo, esto no ha sido así, y esta generación “Y” de manera aletargada ha desdeñado los móviles que antes tenían nuestros ascendientes y hoy no encuentra una guía o motivación lo suficientemente fuerte para encontrar lo que le distinga del resto y encontrar aquello que está llamada a realizar para trascender existencialmente.

Decepcionado, veo una generación somnolienta e indolente que no ha experimentado el hambre ni la ambición por llegar a consolidarse como lo que muchos soñaron y creyeron que podrían alcanzar; revoluciones cibernéticas, protestas virtuales y quejas inermes al unísono caracterizan y unen extrañamente a los miembros de esta multitud. También se caracteriza esta generación por ser huérfana de ideología; a la fecha, no han surgido pensadores que postulen o afirmen un cuerpo de ideas en torno al cual se logre reunir y hacer funcionar en la vida pública a los jóvenes a quienes la vida adulta ya ha sorprendido y han fracasado en aceptarla. Nunca había estado tan alejada esta “juventud” de la filosofía y las artes como ahora y esta carencia afecta silenciosamente las vidas de quienes no han consolidado una Cultura ni una forma de vivir auténtica. A la larga podría hablar de una generación que no forjó su identidad por haberse aislado o haber preferido marginarse de la vida pública en un ensimismamiento patológico por causa de su penosa nadería ideológica.

En resumen, el gran riesgo que hallo cuando analizo la situación actual de quienes han vivido, oído e interpretado lo mismo que yo, es, el toparme con la desilusión que no hemos hecho algo significativo en casi 30 años de existir y dudo que esto pueda cambiar.

Aún y cuando juzgue y vea un nebuloso porvenir, personalmente, insisto, creo que vivimos en la mejor de las épocas que pudimos “escoger”; no desperdiciemos la oportunidad que tenemos y ganemos nuestro lugar en la Historia. Aún hay tiempo para dejar un testimonio loable de nuestros sueños y nuestros anhelos.

@eisenbismarck

Públicas Preferencias

Los Tigres de Arena
“Públicas Preferencias”
09 de mayo del 2016

“No comprendo del todo la imposición pública de las minorías denominadas “LGBT” que en pleno siglo XXI creen que aún se libra una guerra contra el Poder con el objeto de ser notadas por sus semejantes.”

Hace un par de días me llamaron la atención algunas notas periodísticas que informaban sobre la vanguardista postura de incluir personajes con preferencias homosexuales para protagonizar historias de filmes hollywoodenses, en este caso, incluyendo entes con esta característica en películas producidas por Disney, específicamente, en los filmes “Star Wars” y “Frozen”. En primera instancia, no tengo nada en contra de ello, ya en literatura y en extraordinarias novelas se han desarrollado tramas o romances envueltos en este tópico, inclusive muchos de estos personajes de ficción han servido de arquetipo para otros más, sin que la gente se entere que este fenómeno ya ha generado miles de cuartillas y que muchos lectores han desistido de polemizar sobre esta circunstancia desde hace mucho. Para mí al menos tiene unos 13 años que dejó de ser un asunto debatible —la homosexualidad en la esfera pública— o para elevar a análisis, y no porque no sea interesante, sino que al menos yo viví en los años 90 una gran aproximación y agotamiento del mismo e interpreto hoy como un anacronismo reabrir un ejercicio dialéctico que sensibilizó a la sociedad del continente americano.

Me sorprendió bastante que así como se da en algunas corrientes políticas de nuestro país, ahora un grupúsculo de activistas en los Estados Unidos de manera impositiva pide o exige que un producto de la ficción se convierta en una herramienta que eleve al escenario público la mayor apertura social que se haya vivido en el orbe. Si esta gente quisiera dar un tratamiento serio al tema o hacerlo llegar a la infancia de tal suerte que ésta comprenda que no hay moralidad que transgreda una relación interpersonal, creo que hay medios más serios para lograrlo, no a través de un producto comercial cuyo único fin es el lucro; hay que tener bien claro el fin de las acciones, estos fanáticos de la supuesta defensa de los derechos homosexuales son únicamente un ejemplo más de la radicalización de las convicciones.

Por otro lado, sí, aún hay contextos sociales en los que la gente que ha abiertamente manifestado su homosexualidad sufre discriminación o repudio, empero, se han logrado grandes cosas —especialmente en el contexto mexicano— pues todas las personas deben gozar de los mismos Derechos; jurídicamente, desde sus inicios en Francia a mediados de la década pasada con la incorporación del PACS (Pacte Civil de Solidarité), he encontrado fantástico que los y las homosexuales hoy ya en materia civil se encuentren protegidos también en nuestro país. Inclusive, no dudo que en un futuro no tan lejano, se les permita responsabilizarse de llevar un modelo familiar derivado de una potencial legislación que autorice a una pareja del mismo sexo a llevar a cabo una adopción.

Sí, también creo no debo prestarle tanta importancia a lo que suceda con películas que no veré pero “desafortunadamente” expresiones e imposiciones como éstas me llaman la atención y no logro ignorarlas porque no dejan de ser más que accidentes de un fanatismo disfrazado de nobleza.

Finalmente, yo siempre he admirado a personajes históricos, intelectuales, amigos y amigas personales que han llevado su preferencia homosexual de manera plena, de tal forma que sus carreras y sus logros profesionales persisten y disipan cualquier prejuicio retrograda que se les pueda lanzar; ejemplos hay muchísimos, no cabría mencionar uno solo ya que todas estas historias son dignas y memorables. Ojalá que la asimilación social de este fenómeno siga llevándose en un buen decurso y no regresemos a los tiempos de intolerancia e incomprensión que tanto obscurecieron el actuar de nuestros antecesores.

@eisenbismarck